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Historia del Arte

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Biografía de Mariano Fortuny (II)

El año 1866 fue muy importante en la biografía de Fortuny, pues se produjeron dos hechos que tendrían influencia tanto su vida familiar como en su trayectoria artística. En otoño el artista partió hacia París donde, gracias a la mediación de su amigo el pintor Eduardo Zamacois, conoció al marchante de arte Adolphe Goupil. Éste le adquirió un grupo de obras y le abrió un crédito de 24.000 francos anuales. Uno de los requisitos que debía cumplir cualquier artista para formar parte de la Casa Goupil era, además de demostrar una calidad excelente, cultivar la pintura de género.

Fue sin duda El coleccionista de estampas, ambientada en la época rococó, la pintura que provocó que Goupil se fijara en Mariano Fortuny y se diera cuenta de su maestría. A partir de ese momento el pintor catalán fue acaparado por el famoso marchante francés, quien le exigió mucho pero al mismo tiempo le dio mucho más espacio de tiempo para realizar sus pinturas, consciente del minucioso trabajo de preparación y documentación que Fortuny necesitaba para ello. En invierno Mariano volvió a Madrid, donde al cabo de poco tiempo fue introducido en el círculo familiar del pintor Federico Madrazo, en aquel momento director del Museo del Prado y una de las personalidades más influyentes de la España de aquel entonces. La relación entre Madrazo y Fortuny se consolidó más adelante, cuando el joven artista se comprometió con la hija del gran retratista, Cecilia.

Entre finales de 1866 y principios de 1867 Fortuny permaneció en Roma, donde continuó trabajando en las pinturas llamadas de casacón que tanta fama y dinero empezaban a darle, así como en las de tema orientalista.

Ejemplo de ello son la segunda versión de Fantasía árabe y la tercera versión de El coleccionista de estampas. Fortuny en esos momentos ya gozaba de cierto renombre en determinados círculos artísticos de la Ciudad Eterna y era valorado en Cataluña como uno de los mejores pintores del momento, junto con Benet Mercadé. De vuelta a Madrid, en junio de 1867, expuso unas cuantas de sus pinturas en el estudio de Madrazo y frecuentó el Museo del Prado, donde copió obras de Velázquez, Ribera y Goya. Este último fue sin duda el pintor que más le impresionó, especialmente por su actividad gráfica.

Mariano y Cecilia Madrazo contrajeron matrimonio en la madrileña iglesia de San Sebastián, el 27 de noviembre de 1867, a las ocho de la mañana. Las frecuentes visitas a dicho templo le sirvieron al pintor de inspiración para realizar La vicaría, una de sus obras maestras. El viaje de novios le llevó a Granada, donde Fortuny se sintió hechizado por la luz y el ambiente musulmán de la ciudad. Se instalaron allí, pero pronto tuvieron que abandonar esta ciudad debido al estallido de la Revolución contra la reina Isabel II. Después de este viaje, y de una visita a Sevilla donde pintó numerosas obras de temática taurina y orientalista, regresó a Roma con su mujer. Les acompañó Ricardo de Madrazo, hermano pequeño de Cecilia, que a partir de aquel momento vivió con el matrimonio.

El 2 de junio los Fortuny ya se encontraban en la ciudad del Tíber. Además de una gran cantidad de acuarelas y dibujos, llevaban consigo algunos objetos que habían adquirido para su colección privada de antigüedades, animados por la moda de la época. En Roma, Mariano abrió un estudio al que acudían muchos artistas y coleccionistas romanos y extranjeros, mientras él pintaba incansablemente cuadros y acuarelas que se vendían con suma facilidad e iba aumentando su fortuna. En el estudio, Fortuny fue acumulando armas, tapices, cerámicas, vidrios y mil caprichosos objetos que además de satisfacer sus deseos de coleccionista le sirvieron como modelos para sus pinturas.

El 8 de septiembre de 1868 nació María Luisa, la primera hija fruto de la unión de Mariano con Cecilia. Durante este período el pintor estaba centrado especialmente en pintar La vicaría. A finales de año recibió la visita de su marchante de arte, Goupil, que venía con el objetivo de contemplar aquélla pintura y asegurarse su exclusividad. Aunque el marchante no había visto la obra en cuestión sabía de antemano, por informaciones que le habían llegado, que se trataba de una creación extraordinaria. Goupil confirmó a Fortuny que sus obras gozaban de gran prestigio en París y le propuso trasladarse a vivir allí. En una carta dirigida a Federico de Madrazo, Mariano explicó que Goupil, con quien se había comprometido a venderle toda su obra, le había ofrecido montarle un taller en la capital francesa.

En 1869 Fortuny recibió la visita en su taller de William Hood Stewart, un millonario de Filadelfia, coleccionista de arte, establecido en París desde 1865. Dos años antes, el americano había adquirido a Goupil su primera obra de Fortuny. Stewart le regaló una pequeña pintura de Meissonier, perteneciente a su colección privada, una armadura japonesa y dos bronces. Mariano, a su vez, le obsequió con la acuarela Calle de Tánger y se comprometió a venderle La elección de la modelo, obra que el catalán ya había empezado a pintar.

Mariano finalmente aceptó el reto de Goupil y se trasladó con su familia a París en agosto de 1869. Permanecieron allí cerca de un año. Se instalaron provisionalmente en el apartamento de Goupil, en la rué Chaptal. Para trabajar, Fortuny utilizó el taller del pintor Géróme -yerno del marchante de arte- y el de su cuñado, Raimundo de Madrazo. En noviembre, el pintor estableció su taller en un piso de la Maison Vallin, en el número 69 de la avenida de los Campos Elíseos. En los meses siguientes, el catalán se relacionó especialmente con los artistas españoles que vivían en París, como Martín Rico o Zamacois. Fue éste último quien a principios de septiembre invitó a Ernest Meissonier, pintor que gozaba en aquellos momentos de un gran prestigio y que Fortuny admiraba, a visitar al pintor de Reus. Meissonier, que había puesto de moda en Francia las pinturas de inspiración dieciochesca, vio La vicaría y se ofreció para hacer de modelo en ella.

El 14 de marzo de 1870 Mariano entregó finalmente La vicaría a Goupil, quien la expuso en su galería a principios de abril. La acabó comprando la coleccionista Adéle Bassin, por la asombrosa cantidad de 70.000 francos, un elevadísimo precio para su época y su pequeño formato. Con esta obra Fortuny alcanzó finalmente la fama y la fortuna social y económica, proporcionando un elevado beneficio económico a Goupil. El mes siguiente la obra fue expuesta en la Galería Goupil, en la Place de l’Opéra de París, junto a otras como El encantador de serpientes o El vendedor de tapices, la exposición tuvo un gran éxito y convirtió a Fortuny en uno de los pintores más valorados por el público y más deseado por los coleccionistas. El escritor romántico Théophile Gautier le dedicó un artículo en el Journal Offidel que fue reproducido en diversas revistas, suponiendo la consagración definitiva del pintor. Estos elogios, además de inaugurar la gran fortuna crítica del pintor, no hicieron más que incrementar su fama como el gran maestro de la pintura del momento.

En la Ciudad de la Luz todos los literatos, artistas y aristócratas se disputaban su amistad; conocer y tratar a Fortuny, uno de los pintores mejor pagados del momento, se convirtió en asunto de moda. Su éxito, sin precedentes en la pintura española del momento, le abría las puertas de los mejores coleccionistas europeos y le auguraba un futuro brillante. En aquel momento nada hacía presagiar que en muy pocos años la pintura de género inspirada en temas del pasado experimentaría un fuerte declive, a favor de otra con una visión más naturalista de la realidad.

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