Klimt realizó el Friso de Beethoven en 1902 como parte integrante de la XIV muestra de la Secesión, proyectada como excepcional marco para el monumento dedicado por Max Klinger al gran músico alemán.
El artista figura, en una serie de momentos simbólicos que se desarrollan en tres paredes, la búsqueda humana de la felicidad, satisfecha gracias al arte.
En la primera escena, «las súplicas del débil género humano», encarnado por tres figuras desnudas que se dirigen a la Fuerza, personificada por un caballero con armadura, así como a la Compasión y a la Ambición, que toman la forma de dos mujeres que se ven sobre sus hombros.
El caballero, con expresión resuelta y concentrada, da un paso hacia delante y empuña la espada, aceptando la misión.
En la primera parte del Friso se perciben ya las constantes de toda la obra: su carácter marcadamente ornamental, la importancia que asume el contorno, la diversidad de materia y las frecuentes citas.
Klimt recurro a un amplio bagaje de imágenes, dejándose inspirar por fuentes diversas y mezclando sabiamente pasado y presente.
El caballero tiene los rasgos de Gustav Mahler -el gran compositor dirigía entonces la Ópera vienesa- y su armadura reproduce la del archiduque Segismundo del Tirol, de finales del siglo XV, conservada en el Kunsthistorisches Museum.
las figuras suplicantes se inspiran en el arte simbolista contemporáneo y en especial en los seres demacrados del escultor Minne y del pintor Hodler, ambos muy apreciados por los secesionistas.
No menos heterogéneas son las combinaciones de materiales: en la armadura el pintor insertó clavos de tapicero y en la empuñadura de la espada empleó fragmentos de vidrio coloreado.
Según algunos estudiosos, la idea de lucha que impregna la escena aludiría también a la batalla librada por Klimt contra sus numerosos detractores, recrudecida con la presentación de los dos primeros paneles para la Universidad.
Primera pared. Técnica mixta sobre enlucido, 220 x 630 cm.
Viena, Secesión.
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