En el tercer momento del Friso se calma la tensión generada por la pared de las Fuerzas Hostiles: El anhelo de felicidad halla cumplimiento en la poesía, explica el catálogo.
Esta es representada por una figura cara a Klimt, la tañedora de lira, que el artista había utilizado ya en las tres versiones -dos pintadas y una gráfica- de la Música.
Tras la agresión angustiosa de la escena anterior, el pintor realiza un delicado acorde de oro, blanco y marrón, oponiendo así al caos de la voluptuosidad el reino ideal del arte.
También el vuelo de los tormentos y deseos de los hombres, comenzado en la primera pared, halla finalmente un término, simbolizado por las figuras femeninas casi transparentes, con los ojos cerrados y vestimentas ligeras, que parecen navegar por el borde superior del Friso, creando un vínculo entre los distintos episodios.
Al resolver positivamente las fatigas del hombre en busca de la felicidad, Klimt se opone al pesimismo que domina en los paneles para el Aula Magna de la Universidad, o, mejor dicho, precisa su significado. Ni la ciencia ni las instituciones pueden satisfacer a la humanidad, sino el arte.
El Friso se convierte así en la mejor formulación de la ideología de los secesionistas, compartida y estimulada por gran parte de la filosofía de finales del siglo XIX, empezando por Nietzsche y Richard Wagner.
En un momento de desbandada y profunda crisis de valores, Klimt formulaba en imágenes la utopía de una regeneración de las vidas y las conciencias a través del arte, que se transforma de este modo en una nueva religión.
El fracaso del idealismo de la «primavera sacra», sin embargo, y su carácter ilusorio se mostrarían pronto en toda su evidencia y ya en 1909 Hermann Bahr se preguntaría sin «precisamente el arte no es acaso el peor engaño para alejarnos de la vida».
Tercera pared Técnica mixta sobre enlucido, 220 x 1392 cm.
Viena, Secesión.