Para la nueva serie de Alegorías, encargadas a diversos artistas entre 1895 y 1900, Klimt trabajó especialmente con la disposición compositiva de sus temas, experimentado en múltiples soluciones la combinación de «llenos» y «vacíos» La lámina de la alegoría de la Escultura es un perfecto ejemplo de ello: el artista mezcla hábilmente novedad y tradición, construyendo el dibujo sobre una doble oposición.
Éste se basa en un eje central, constituido por un desnudo femenino ante un muestrario de escultura antigua, en el que destacan una cabeza de kuros y una pequeña esfinge, figura que reaparecerá en muchos cuadros de la época simbolista; también la cabeza de mujer cortada por el borde inferior de la página presenta por primera vez una idea que Klimt utilizará en varias ocasiones, como la Filosofía, el primero de los paneles para el Aula Magna de la Universidad.
A la cabeza «moderna» y viva hace de contrapunto la gigantesca que domina en la parte superior, claramente inspirada en la estatuaria griega y romana.
El impulso vertical del eje central es equilibrado por el pequeño museo de cabezas de diversos materiales y épocas -un perfecto muestrario de estilo ecléctico- que llena completamente el margen superior del folio.
A su vez, este momento de horror vacui se contrapone a la amplia superficie dejada en blanco, en la que el pintor escribe, simulando relieve, el título, la fecha y la firma.
Toda la lámina se basa, pues, de una manera muy refinada, en el ensamblaje y la oposición.
A pesar de recurrir aún al lenguaje figurativo del Historicismo -con excepción de la cabeza femenina a los pies de la Escultura- Klimt realiza una composición inédita, que conocerá numerosas variantes en los años posteriores y será adoptada por algunos miembros de la Secesión, entre ellos el artista gráfico y pintor Kolo Moser, al que conoció precisamente gracias a su trabajo común para las nuevas Alegorías.
Tiza negra, lápiz, difumino, oro, 41,8 x 31,3 cm.
Viena, Historisches Museum der Stadt Wien.
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