No puedes agradar a todos con tu acción y con tu arte. Haz justicia a pocos. Agradar a muchos es malo. La cita de Schiller, grabada sobre fondo de oro en la parte superior del cuadro aludía sin duda a las numerosas polémicas suscitadas por la nuevo dirección emprendida por el arte klimtiano, a las que no podía escapar la Nuda Veritas, «con sus rizos selváticos y su boca malvada y fanática».
La descripción de Hemann Bahr, uno de los más fieles defensores de la Secesión y primer propietario del cuadro, daba un sentido positivo justo los rasgos contra los que se rebelaba el público: el carácter demoníaco, fatal, de las mujeres klimtianas, captado también por Hevesi, quien, viendo en la figura «algo hierático», proponía definirla como «una Isis secesionista».
El realismo del desnudo, tan alejado de los idealizados a los que estaba acostumbrado el público, ofendía a la hipocresía de los vieneses, en una época en la cual la obra de Sigmund Freud hacía de la sexualidad un incómodo objeto de estudio.
Aunque la figura de la Veritas no tiene una actitud provocativa, la presencia de la serpiente a sus pies, las flores en el cabello y el fondo azulado, acuático, añaden a aquélla una carga peligrosa, inquietante.
Esta sensación es agudizada por el espejo que la mujer levanta y gira hacia el espectador, devolviendo la imagen del vacío en el que vegetaba el moribundo Imperio Austrohúngaro, donde cualquier innovación era reprimida.
«Aunque el hombre puede vivir en medio de la nada -observada sagazmente Hermann Broch, autor de uno de los ensayos más brillantes sobre la Viena de fines de siglo-, no puede soportar verse a sí mismo». Klimt realizó el tema en dos versiones.
A la pintada había precedido una gráfica, publicada en Ver Sacrum en 1898. En la segunda, el artista acentuó la carga sensual y sustituyó una cita de Schefer menos polémica («La verdad es fuego y hablar de verdad significa iluminar y quemar») por la frase schilleriana.
Óleo sobre lienzo, 252 x 56,2 cm.
Viena, Österreichisches Theatermuseum.
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