Gracias a los contratos firmados con su marchante, Adolphe Goupil, Mariano Fortuny entró en el circuito comercial de arte establecido en Europa a mediados del siglo XIX. El pintor catalán abasteció con creces la elevada demanda de los cuadros de género que en Francia había puesto de moda Meissonier y que en España serían llamados cuadros de casacón.
El resultado, un delicado trabajo de gran maestría, le comportó al maestro un rotundo éxito económico y de crítica.
La escena de esta acuarela se desarrolla al aire libre, bajo una amplia rama de árbol, y en ella aparece representado un grupo de figuras vestidas a la moda del siglo XVIII con motivo del Carnaval, entre las que destaca una dama con antifaz que muestra sus pechos.
El resto de personajes se sitúan en posiciones distintas mientras escuchan la música de un arlequín que, subido a un banco, tañe una especie de instrumento de cuerda.
Tras ellos, dos hombres se acodan en una barandilla de mármol; al fondo se aprecia un numeroso grupo de personajes y, en primer plano dos cisnes blancos en un lago.
La composición se organiza a través de dos acentuadas diagonales en profundidad. Fortuny parece haberse inspirado en las escenas galantes del pintor francés rococó Watteau, respondiendo a un gusto de gran éxito comercial en el siglo XIX.
Asimismo, y como el mismo indicó, la influencia de Tiépolo en estas pinturas es evidente.
En esta acuarela en concreto se aprecia el característico estilo detallista y preciso del artista de Reus, que se mostró interesado en ofrecer el mayor número posible de detalles en los ropajes y las figuras.
Pese a todo, este modo de operar no está reñido con una pincelada rápida y diluida, que aplica el color a base de pequeños toques; el dibujo actúa como nexo de unión. La luz y el color son una vez más elementos imprescindibles en esta composición.

Acuarela, 45,5 x 63 cm.
Barcelona, Oriol Galeria d’Art.
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