Diferentes aspectos hacen de esta acuarela una obra paradigmática en la producción del pintor. Se trata de un retrato, género muy poco cultivado por Fortuny.
Además, el hecho de que el artista mantuviera una estrecha amistad con la retratada -Adelaida del Moral, esposa del pintor Joaquín Agrassot- permitió que el catalán pudiera pintarla sin tener que seguir los imperativos comerciales.
Este aspecto es de lo más relevante en un momento en que Fortuny quería seguir su propio camino, su propio lenguaje artístico, sin tener que adaptarse a nadie.
El retrato fue realizado en la villa napolitana de Portici, donde ambas familias pasaron las vacaciones de 1874. Adelaida aparece sentada en el vestíbulo de villa Arata, ambientada al estilo japonés que tan de moda estaba en la Francia del momento. Desde hacía unos años Fortuny sentía una gran atracción por el arte japonés y había adquirido varios álbumes y dibujos.
La mujer se presenta sentada en una silla, abriendo un amplio abanico decorado con personajes orientales y rodeada de verdes plantas que acentúan el aspecto decorativo; su figura se recorta ante un cortinaje cuyos motivos han sido extraídos de las estampas japonesas que circulaban por Europa. En el rostro de la dama se aprecia la facilidad de Fortuny con el retrato.
La técnica de la acuarela no impide que el artista se detenga en toda una serie de detalles muy sugerentes, como las hojas de las plantas o el estampado del vestido.
Fortuny, una vez más, supo conjugar la rapidez de ejecución con el preciosismo, creando ese estilo tan particular y tan admirado en su tiempo.

Acuarela, 35 x 24,5 cm.
Colección particular.
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