El gusto por lo japonés se había impuesto poco a poco en la sociedad europea de finales del siglo XIX, sobre todo en Francia. Los burgueses decoraban algunas partes de sus residencias al modo oriental, mientras que los pintores, por su parte, buscaban en las estampas japonesas su fuente de inspiración.
Fortuny también se sintió atraído por la temática oriental desde el punto de vista decorativo. Buena muestra de ello es esta espléndida pintura realizada durante el verano de 1874, una de las obras más importantes que el artista catalán ejecutó durante su estancia en Portici.
Los hijos del pintor en un salón japonés es sin duda el cuadro que mejor proclama la intención del pintor de dejar el lenguaje artístico que le había llevado a la fama internacional, a una vida acomodada y sin ningún tipo de preocupación.
Su afición por lo cotidiano le hizo representar la escena como si el espectador estuviera presente. Si bien en otras obras de Fortuny los elementos decorativos de influencia japonesa tenían una función puramente secundaria, de telón de fondo, en esta ocasión se puede decir que se convierten en los protagonistas de la composición, mucho más que los hijos del artista, Mariano y María Luisa.
Se trata de una pintura en la que el pintor quiso realizar un ejercicio compositivo y cromático, sin ningún tipo de concesión al argumento. Hay quien incluso especula a partir de esta obra con el tipo de pintura que Fortuny habría realizado en caso de haber vivido más años.

Óleo sobre lienzo, 44 x 93 cm.
Madrid, Museo Nacional del Prado.
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