Cuando Fortuny visitó por primera vez el Museo del Prado sintió una profunda admiración por los grandes pintores españoles del Siglo de Oro, Velázquez y Ribera; este último fue el que más influyó en esta atractiva imagen que comentamos a continuación.
Fortuny, una vez más, retrató una figura avejentada, como demuestran el rostro arrugado, la piel marchita y los músculos que han perdido su tonicidad, igual que hacía con sus santos el maestro dejativa.
Este motivo tuvo mucho éxito y el artista de Reus lo ejecutaría en más de una ocasión.
El anciano de esta acuarela, como es habitual en otras muy parecidas, se ubica en primer plano y su figura se recorta ante un fondo oscuro.
De esta manera el pintor acentuó los contrastes cromáticos y lumínicos, ya que el cuerpo es bañado por un potente foco de luz solar que hace sentir feliz al hombre y disfrutar del momento, tal como se aprecia en su expresivo rostro.
En el torso y los brazos Fortuny consiguió plasmar la edad avanzada del protagonista, acentuando además el naturalismo de la figura.
Por lo que se refiere a la técnica, las pinceladas empleadas por el artista son rápidas y seguras, sin renunciar a algunos detalles, especialmente en el rostro, donde consigue transmitir el estado interior del anciano como si de un retrato se tratara.

Óleo sobre lienzo, 75 x 59 cm.
Madrid, Museo Nacional del Prado.
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