La fascinación del circo, que interesó a numerosos artistas de comienzos del siglo XX, alcanzó también a Klee, atraído por el faceta lúdica y la referencia al imaginario infantil que encierra.
Aspectos imprescindibles en la poética kleeniana, la ironía y la búsqueda forzada del pathos, junto con un sentimiento profundamente impregnado de asombro ante lo fantástico, son tomados como ejemplos de un modo de vivir lleno de ambigüedad, en el cual conviven dramatismo e intimismo, alegría y melancolía.
El simple e inconsistente momento lúdico propio del circo, tan autorreferencial pero dirigido necesariamente a un público, halla una singular y original transposición en el arte de Klee.
La elección del funámbulo, típico personaje circense, es paradigmática: se exhibe ante el público mientras trata de encontrar el equilibrio, suspendido en el aire sobre un cuerda tensada.
En este caso, el espacio de la actuación está marcado por trazados y estructuras ligeras que llenan el abismo sobre el que se ve al protagonista. Al contrario que el libre espacio superior, despojado de todo signo gráfico, la mitad inferior de la pequeña acuarela se desarrolla en profundidad y muestra su compleja verticalidad.
Se puede percibir en esta composición un paralelismo entre la figura del equilibrista y la del artista: suspendidos ambos entre la tierra y el cielo, en una peligrosa situación límite, se muestran ante el público, anhelando un distanciamiento desmaterializador, pero sin perder el contacto necesario y al mismo tiempo vinculante con la realidad y el mundo terreno.
El artista, al igual que el funámubulo, no puede, según Klee, abandonar definitivamente el mundo de los fenómenos, pero tampoco sucumbir a él, al igual que no le es dado elevarse por encima de todo y de todos, en una eterna tensión espiritual y creativa hacia lo invisible, lo sobrenatural, la fantasía.

Óleo, lápiz y acuarela sobre papel con tinta sobre cartulina, 48,7 x 32,2 cm.
Zentrum Paul Klee.