Esta obra representa un nuevo paso hacia delante en la búsqueda de una especie de estilema personal, en el cual el cuadrado, repetido serialmente, adquiera la independencia y el valor autónomo de un ideograma.
Su iteración se eleva a estructura arquitectónica y al mismo tiempo a estructura de la composición, que se acerca cada vez más a una auténtica partitura musical.
Klee ya no necesita figuras y formas realistas; tampoco se apunta aquí a una lejana posibilidad de reconocerlas. El nivel de abstracción llega en 1914, al regreso del viaje a Túnez, un punto de máxima expresión. Junto a Motivo de Hammamet surgen otras obras de títulos igualmente significativos: en ellos aparecen palabras como «abstracto», «círculos coloreados», etcétera.
Desde el Homenaje a Picasso, del mismo año, Klee desarrolla la identidad entre dimensión espacial y temporal tan cara a los cubistas del periodo analítico, añadiendo un marcado valor a la materia pictórica.
Los objetos se convierten en formas geométricas puras, reducibles aquí a una suerte de quintaesencia representada por el módulo del pequeño cuadrado.

Oleo sobre cartulina, 26 x 21,5cm.
Basilea, Kunstmuseum, Óffentliche Kunstsammlung Basel.