La Acrópolis de Atenas estuvo habitada ya desde los tiempos prehelénicos. Tiene la planta de forma alargada, lo mismo que el castillo de Tirinto. Es exactamente una de esas colinas rocosas, de escasa elevación sobre la llanura, que prefirieron los príncipes micénicos para sus moradas reales. La leyenda suponía que allí había habitado un primer ser semidivino, Cécrops, hijo de la misma Tierra, el cual había compartido después el lugar con otro héroe recién llegado: el ilustre Erecteo, de quien descendían los primitivos reyes de Atenas. Un gran trozo de muralla de piedras diagonales mal escuadradas, del tipo llamado ciclópeo o pelásgico, puede verse aún en el muro de sostenimiento del terraplén de la Acrópolis, por el lado sur. En las excavaciones del recinto, comenzadas en 1885, se descubrieron nuevos trozos de esta muralla pelásgica y restos de habitaciones que seguramente formarían parte de la primitiva residencia real.
Más tarde, el castillo prehelénico, abandonado por sus señores, como todas las acrópolis feudales, estuvo destinado exclusivamente al culto. Palas Atenea pasó a residir en el solar de Erecteo, el legendario primer rey de Atenas. Cuando se compilaron los poemas homéricos, en el siglo VII a.C, Atenas era todavía una ciudad secundaria; sin embargo, por lo que se desprende del texto, el santuario de la Acrópolis ya comenzaba a ser famoso. No obstante, a pesar de la gran cantidad de restos de esculturas y arquitecturas descubiertos en las excavaciones de la Acrópolis, no se tiene aún idea clara de la disposición general del santuario de Atenas antes de las guerras. No se sabe aún con certeza si había varios templos o si todos los cultos estaban reunidos en un solo edificio, un viejo templo con varias cellas, del cual aparecieron los cimientos de la planta en las excavaciones.
Cuando Temístocles, previendo la inminente caída de Atenas en manos de los persas, aconsejó a los atenienses que abandonasen la ciudad, habló de dos divinidades femeninas: una de ellas quedaría en la Acrópolis; la otra, que era la famosa Atenea Po-lias, seguramente un ídolo primitivo de madera, se la llevarían consigo los atenienses, como paladión sacrosanto que debía protegerlos hasta el día del regreso. En el Viejo Templo descubierto en las excavaciones que se llevaron a cabo en la Acrópolis, la diosa compartía el culto con los de Cécrops y Erecteo; los dioses eran tolerantes en Atenas, y sabían vivir en común en la ciudad que habitaban también en completa armonía dorios y jonios. Esto daba a la planta del Viejo Templo una disposición singular: por un lado tenía una gran celia con dos filas de columnas para el ídolo de madera o xoanon de la diosa, mientras que por el otro lado, detrás de una antesala común, el santuario se dividía en dos Cámaras: una estaba destinada para el culto de Cécrops y otra para el de Erecteo.
Al regresar Temístocles con sus conciudadanos a Atenas, la Acrópolis no era más que un montón de ruinas. Las estatuas votivas que habían adornado las vías sacras cubrían el suelo mutiladas, como las esculturas de los edículos, y el Viejo Templo había sido arrasado por el bárbaro invasor. Tan absoluta sería su destrucción, que los atenienses no se sintieron con ánimos para reedificarlo. Se terraplenó otra vez la plataforma con los cascotes y restos de las construcciones anteriores y se echaron las bases de otro nuevo templo en una parte más alta del recinto, donde después tenía que levantarse el Partenón. El edificio proyectado por Temístocles debía tener cien pies de largo, y por esto se le llamó Hecatompedón; sus cimientos se han reconocido debajo de los cimientos del Partenón; su planta, algo más estrecha, tenía la disposición más alargada de los edificios dóricos arcaicos.
El Hecatompedón fue una construcción desgraciada. La iniciativa de Temístocles de abandonar el lugar santo, donde había estado el Viejo Templo, y de querer trasladar la venerada imagen de madera a otro sitio de la Acrópolis no fue recibida con agrado por la parte más conservadora y supersticiosa del pueblo de Atenas. Parece que después de Temístocles la construcción se suspendió por estas razones y que durante el gobierno reaccionario de Cimón se pensó seriamente en reedificar el Viejo Templo.
Sin embargo, el lugar escogido para el Hecatompedón tenía la ventaja de ser el más alto de la Acrópolis. Cuando, después del destierro de Cimón, Pericles asumió el gobierno absoluto de Atenas, la idea de reconstruir el Viejo Templo se abandonó optándose por el proyecto de Temístocles de cambiar el emplazamiento del templo de la diosa. Plutarco, al escribir la vida de Pericles, insiste repetidamente en su espíritu libera] y su educación filosófica, que le hacía despreciar augurios y supersticiones inaceptables por la razón.
Esto explica también que durante todo su gobierno hubiera siempre un partido contrario a las construcciones que, por disposición suya, se levantaban en la ciudad y en la misma Acrópolis, principalmente el Partenón.
Pericles quería que Atenas fuera la ciudad ideal, el emporio del pensamiento y del arte, la Grecia de la Grecia. Con inconcebible audacia se apoderó, para el embellecimiento de Atenas, del tesoro de la Liga, depositado en la isla de Délos, lugar escogido para guardarlo por ser considerado sagrado y neutral.
Este dinero se había reunido por suscripción pública para continuar la guerra contra los persas. Pericles no pudo justificar semejante golpe de Estado más que con el sofisma de decir que si Atenas gastaba aquella suma, también ella sola aseguraría la paz, y que, dándoles esta garantía, los aliados no tenían derecho a pedirle cuentas de cómo había invertido el tesoro.
Se comprende que este gesto dictatorial de Pericles tenía que enemistarle aún más con algunos de sus conciudadanos; pero en cambio, con sus recursos y trabajos emprendidos, hizo que se reunieran en Atenas los artistas principales de toda Grecia. Como intendente y director general de todas las obras, Pericles escogió a Fidias, un escultor que ya se había distinguido en trabajos anteriores.


Fragmento policromado de Tifón

Fragmento policromado de Tifón (Museo de la Acrópolis, Atenas). Este bello frontón del Viejo Templo esculpido hacia el año 590 a.C. introduce un universo fantástico, rico en mitos y fábulas. A él pertenece este fragmento del monstruo marino de tres cuerpos. Los ojos saltones y el elegante orden de la cabellera son típicamente áticos. Conserva restos de policromía: el rosado de la carne, el negro de las pupilas, el verde de los iris y el azul de los cabellos y las barbas, por lo que se los conoce con el divertido apodo de "Barba Azul".