El estilo naturalista de Lisipo


Hay que referirse, por fin, al último gran maestro escultor del siglo que dominó con su personalidad poderosa toda la generación que sucedió a la de Scopas y Praxiteles. Este fue Lisipo, el escultor predilecto de Alejandro, el único con privilegio oficial para esculpir sus retratos. Lisipo no era de Atenas, sino de la misma ciudad que Policleto, de Sicione, de donde habían salido los grandes maestros fundidores del siglo anterior, pero se aprovechó de los inventos de la escuela de Atenas, de Scopas y Praxiteles. Plinio informa que empezó como aprendiz de obrero metalúrgico; no tenía, pues, en su familia antecedentes artísticos; su única escuela fue la de la vida.
Lisipo, después de Fidias con su idealismo glorioso, después de Praxiteles con su mórbida sensualidad, de Scopas con su obsesión trágica, representa otra etapa del arte griego: la del elevado naturalismo, sin descender nunca hasta el nivel de lo grosero personal.
Debido a su meteórica carrera, Alejandro era un modelo digno de este escultor dinámico y naturalista. Se han conservado innumerables cabezas de Alejandro, las cuales pueden servir para conocer el estilo de Lisipo, con los cabellos leoninos ensortijados en los días de su gloriosa adolescencia, o prematuramente fatigado con los bucles en desorden, como un dios solar. Aquellos rizos fueron siempre característica inconfundible de la cabeza de Alejandro; arrancan de mitad de la frente y se separan cayendo a un lado y otro. Con Lisipo, pues, se ve aparecer lo personal y característico de los retratos, aunque sea tratándose de un héroe semidivino como era Alejandro.
Después de Alejandro, el tema predilecto de Lisi-po fue Hércules, el hijo de Zeus, infatigable, prototipo del héroe para los intelectuales poco agresivos del siglo IV. Lisipo lo representó en su vida fatigosa con los doce trabajos; acaso un reflejo de estos grupos lisípeos se encuentre en el grupo de Hércules joven y la cierva, de Palermo. Otras veces, el héroe está figurado en reposo y pensativo, apoyado sobre la clava y la piel de león; la pequeña cabeza del musculoso héroe se presta para adaptarse al nuevo canon lisípeo. Una estatua gigantesca de Hércules descansando, apoyado en la clava, fue ejecutada en bronce por Lisipo para Tarento, y de allí trasladada a Roma. Constantino, a su vez, la llevó a Bizancio y figuró en el Foro hasta el 1202, en que la destruyeron los cruzados. Representada en innumerables cajitas bizantinas de marfil, puede presumirse que la estatua de Lisipo hubo de ser considerada, en la propia Constantinopla cristiana, como principal ornamento de la ciudad. Otro Hércules, sentado y gozando de las delicias del banquete olímpico, era muy famoso por haberle tomado Alejandro tal afición, que siempre lo llevaba consigo.
Con Lisipo empieza la escultura ateniense a representar figuras que tienen lo que puede llamarse las tres dimensiones. Antes de Lisipo, acaso con la excepción de Mirón, todos los artistas escultores dan por descontado que sus estatuas se verán desde un determinado punto de vista, por lo cual componen las figuras para que hagan su mejor efecto desde aquel lado.
En realidad, más que estatuas independientes, son relieves de bulto entero destacados del fondo, pero todavía desplegándose en un plano que tiene algo de espesor. Esto explica que obras maestras como el Doríforo de Policleto se presenten en estricta frontalidad y que el dorso del Hermes de Praxiteles sea apenas esbozado.

Alejandro de Lisipo

Alejandro de Lisipo (Musée du Louvre, París). Réplica de un original griego realizado por el escultor predilecto de Alejandro Magno. Ésta es una de las diversas esculturas que Lisipo hizo del personaje. Aquí aparece sereno y quizá empapado de la sabiduría que le transmitió su maestro Aristóteles.

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