También se hicieron, de cerámica de brillo rojo, vasijas torneadas lisas sin decoración. Las formas eran sencillas e indudablemente influenciadas por las formas de metal contemporáneo, teniendo la belleza limpia y exacta realizada con la cerámica producida industrialmente, más que con la torneada a mano.
La vajilla más apreciada en esta época era la hecha con metal y la cerámica sin decorar se presentó para rivalizar con ella en finura y acabado. Fueron corrientes los platos planos de distintos tamaños, así como las copas con las paredes inclinadas, cuencos y otras cerámicas domésticas; a menudo se estampaba en la vasija el centro de manufactura, a veces falsamente; se ha encontrado «arretina germina» en vasijas hechas en cualquier parte.
También los ceramistas estampaban sus nombres en las vasijas; por ejemplo, Ceriales el ceramista que trabajó en Lezoux en la Galia central durante los reinados de Trajano y Adriano, estampó el suyo en la base de una vasija de brillo rojo.
A medida que las legiones romanas se desplazaban más hacia el oeste, el centro principal de producción de la industria cerámica se desplazó al sur de la Galia, más tarde a la Galia central. Durante el siglo II d.C. las factorías de la Galia central eran las principales suministradoras de la cerámica de brillo rojo a los mercados británicos.
También se establecieron centros en Gran Bretaña, en lugares como Castor, Aldgate y New Forest, pero éstos eran pequeñas industrias en comparación con las de la Galia.