En 1818 John Doulton entró como socio en una alfarería de Lambeth, que producía cerámica marrón vidriada a la sal. Durante los años 1820 y 1830, la factoría produjo una amplia serie de recipientes y utensilios para la utilización en la industria y en el hogar.
Entre sus productos se encontraban frascos para licor con decoración ornamental, pero el tosco acabado de gran parte del trabajo produjo finalmente su pérdida de estimación. Sin embargo, la factoría continuó produciendo cerámica utilitaria, hornillos, filtros para agua, botellas para cerveza de jengibre y, lo más importante, tubos de drenaje, que se extendieron por todo Londres, proporcionando el tan necesario sistema de alcantarillado.
Bajo la dirección del hijo de Doulton, Henry Doulton, la factoría entró en estrecho contacto con la Escuela de Arte de Lambeth. El entonces director y Henry llevaron a cabo un plan mediante el cual los estudiantes de la escuela podían utilizar los medios de la factoría para decorar vasijas hechas en el taller, de hecho aplicar el «arte» a la industria.
Los resultados de esta asociación se mostraron en exposiciones en South Kensington, en 1871 y 1872. Las vasijas fueron muy admiradas, incluso por la reina Victoria. El profesor Archer de Edimburgo, escribiendo sobre la exposición en el Art Journal, una revista contemporánea que se ocupaba de las artes, decía que no se podían hacer trucos con la arcilla, para conseguir de ella más de la cuenta.
Siguiendo el éxito de estas exposiciones, la factoría de Lambeth empleó decoradores para trabajar sobre formas que se diseñaban especialmente y se hacían luego en la factoría. Las vasijas se cocían en grandes hornos de vidriado a la sal, colocadas entre los tubos de alcantarillado.
Destaca especialmente Hannah B. Barlow por sus sensitivos dibujos incisos de animales; su hermano Arthur y su hermana Florence, trabajaron también como decoradores en la factoría. Más tarde se ampliaron los experimentos en ésta, para incluir la realización de fayenza, empleando este término para describir cualquier barro cocido con modelado en relieve, decorado con vidriados coloreados. Hacia finales de siglo trabajaban en el estudio de «arte» más de 300 empleados.
Sin embargo, la división del trabajo continuaba practicándose en todos los aspectos de la producción de la cerámica artística y los que hacían las piezas estaban totalmente separados de los decoradores. No se había establecido aún ningún taller en el que una sola persona llevase a cabo todo el proceso, desde el comienzo al acabado, ni ninguno en el cual la forma y la decoración estuviesen relacionadas de una manera significativa.