La cerámica hispano-musulmana revivió en el siglo XVIII, en Álcora, Valencia.
Se trajeron artistas de Francia para enseñar los estilos populares contemporáneos de decoración que destacaban allí.
Parece haberse hecho poca o ninguna cerámica de lustre, y en su lugar se llevó a cabo decoración pintada azul o en una combinación de azul, amarillo, verde y marrón, sobre un fondo blanco brillante.
Fueron populares los dibujos de arabescos, de gran delicadeza, así como los temas copiados de los grabados y los motivos florales rococó. El trabajo producido fue muy notable por sus formas extravagantes, ambiciosas y grandiosas, consistentes en bustos, candelabros complicados, grandes benditeras, jofainas y objetos similares.
La producción cesó alrededor de 1800 d.C. por la competencia de la cerámica crema inglesa y la porcelana de pasta blanca europea.