Después de 850 años de dominación extranjera, Persia se convirtió de nuevo en una nación influyente y bien administrada, bajo la dinastía Safávida (1499-1736). Doscientos años de gobierno estable animaron las artes, cuya cumbre se logró bajo Shah Abbas el Grande (1587-1620 d.C.). Su capital, en Isfahan, disponía y estaba rodeada de muchos artesanos hábiles. Él mismo fue un coleccionista de cerámica fina y su colección existe aún en el mausoleo de la familia Safávida, en Ardabil, en Azerbaiján. El interés por todo tipo de cerámica condujo a un gran renacimiento de la artesanía.
Kashan floreció de nuevo como centro de cerámica y se resucitó la técnica de producir un tipo de porcelana de pasta blanda. La famosa cerámica china, vidriada en verde, conocida como cerámica de celedón, fue emulada también, utilizando vidriado verde gris uniforme. También se hizo la cerámica Gombroon, llamada así porque se embarcaba a través del puerto de Gombroon (moderno Bender Abbas) en el golfo Pérsico. Se exportó a la India y a Europa, donde en el siglo XVII se puso muy de moda, especialmente en Inglaterra.
Las vasijas se caracterizaban por una pasta fina blanca, ligeramente translúcida, a veces con decoración perforada o incisa, recubierta con un vidriado brillante. Se hicieron jarrones, cuencos, bandejas y aguamaniles con caños ahusados.
La cerámica de lustre, que había dejado de hacerse durante el siglo XIV, se reintrodujo en la última parte del siglo XVII. Los dibujos se pintaban en rubí o marrón amarillo, sobre un vidriado blanco o azul profundo. A veces la pasta era fina y blanca y gran parte de la decoración consistía en flores estilizadas que mostraban poca o ninguna evidencia de influencia extranjera.
Las cerámicas llamadas «Kubachi» se hicieron en el norte de Persia, utilizando la técnica de pintura bajo vidriado. Grandes bandejas y platos se pintaban en marrón, verde, amarillo, rojo apagado, negro y blanco, bajo un vidriado transparente incoloro craquelado. Los primeros dibujos incluían animales, figuras e incluso retratos, pero más tarde predominaron dibujos de plantas y follaje.
El estándar general de la mayoría de los artesanos declinó en Persia durante el siglo XIX, aunque aún se hace allí cerámica tradicional de alta calidad. Recientemente fue posible, por ejemplo, reemplazar los antiguos trabajos de azulejos en mezquitas y tumbas con trabajos contemporáneos de una calidad igual a la producida hacía 500 o 600 años.
El arte islámico es una amalgama de influencias, bizantinas, persas y chinas pero, sin importar lo fuerte que fuesen las influencias extranjeras, los ceramistas comenzaron por adaptar lo que veían para su propio uso. La cerámica islámica no puede mirarse simplemente como una clase inferior de cerámica china, pues los dos enfoques de la cerámica eran completamente diferentes. Uno de los soportes de la cerámica islámica radicaba en que era práctica y bien diseñada; poca gente puede dejar de admirar las vigorosas cerámicas de Samarcanda de los siglos IX y X, o los finos cuencos blancos Selyúcidas de Kashan.