A pesar de la desaparición en gran parte del Imperio, de mucha de la tecnología introducida por los romanos, quedó alguna tecnología aunque modificada.
En Alemania continuó haciéndose cerámica rústica, para uso doméstico, alguna de la cual reflejaba las formas romanas. Los desarrollos técnicos fueron lentos, hasta que los cambios económicos y sociales estimularon la industria.
Durante el siglo IX, los métodos de cocción mejorados permitieron alcanzar temperaturas más altas en el horno y se hizo una cerámica más dura y resistente. Alrededor del siglo VII d.C., se desarrolló en el valle del Rin, una industria productiva, donde se hicieron vasijas para uso doméstico de arcilla roja, elaborada con sencilla decoración pintada.
Las formas eran simples, a veces se incluía una decoración incisa. Vasijas hechas en el valle del Rin en Pingsdorf y Badorf se exportaron a Inglaterra, alrededor del siglo X. Las temperaturas de cocción más altas y la preparación más cuidadosa de la arcilla dieron como resultado una pasta más dura y vitrificada, que con el tiempo se conoció como loza o «steinzeug».