La arcilla se transforma en cerámica por calentamiento, tan uniforme como sea posible, a la temperatura del rojo o superior (aproximadamente 600 Cº). Probablemente las primeras cocciones fueron llevadas a cabo en los hogares domésticos, aunque también pudieron haberse utilizado hogares abiertos y este método puede verse aún en Nigeria, entre otros sitios.
En él, el fuego se prendía lentamente alrededor de las vasijas redondas de paredes delgadas, se aumentaba gradualmente y luego se cubría el conjunto con hierba, cañas o estiércol, para proteger el contenido del aire frío.
Con este procedimiento sólo se pueden lograr temperaturas relativamente bajas y no puede utilizarse el vidriado. El color de las vasijas es afectado por las llamas y el humo, produciendo resultados desiguales.
Los hornos son elementos de equipamiento básico bastante especializados y no se desarrollaron hasta que no se establecieron centros de cerámica. Al principio fueron sencillos hornos de tiro hacia arriba, hechos de arcilla; el fuego se hacía debajo de un dispositivo de arcos, que soportaban las vasijas en el horno.
Las vasijas se cargaban por la parte alta del horno y éste se recubría después con vasijas rotas, barro o tierra, dejando un pequeño agujero para el humo. Incluso un horno tan sencillo proporcionaba un control mucho mayor que los hogares abiertos; retenía el calor y mantenía el fuego y las vasijas separados; permitía un control del tiro y mantenía las vasijas reunidas en un lugar.
Posteriormente se desarrollaron hornos más perfeccionados; las llamas se mantenían más tiempo dentro del horno dirigiéndose primero hacia arriba y luego hacia la abertura de salida en la parte baja. Esta disposición se denomina horno de tiro bajo; tiene la ventaja de mantener más el calor y permite alcanzar temperaturas más elevadas.
Vasija construida con rollos, con vidriado salpicado de resina. África.