En cuanto a la técnica, y con detalles propios de la genialidad de cada autor, la impresionista emplea pinceladas yuxtapuestas de tonos puros que conforman una textura de toques de color, con relegación, como se ha visto, del negro al mínimo, o incluso su total desaparición. También es verdad que se acercaron a los estudios científicos y a los trabajos de Chevreul, que Delacroix hizo suyos, y a los posteriores de Maxwel, Lambert y Young, pero, sin embargo, el impresionismo, poco proclive al cientifismo de éstos, se dejó llevar más por la intuición y la sensibilidad, buscando el recreo de la visión a través de la atmósfera luminosa del ambiente.
Pero en realidad ¿qué era un impresionista? ¿Ha sido bien descrito? Un crítico contemporáneo al movimiento contestó antes a la pregunta: "Nadie nos ha dado una definición satisfactoria, pero a nosotros nos parece que los artistas que se reúnen o son reunidos bajo ese título persiguen, con diversos modos de ejecución, un fin análogo: dar con sinceridad absoluta, sin compromisos o atenuaciones, con procedimientos simples y amplios, la impresión que en ellos suscitan los aspectos de la realidad." Cuando el crítico Emile Blémont escribía estas palabras, en 1876, el impresionismo se hallaba inmerso en una época de intensa actividad y se había hecho un lugar entre las otras corrientes artísticas del momento, pero no sin grandes y profundas polémicas.
Y ¿quiénes fueron estos impresionistas? Fueron esencialmente un grupo, no una escuela, y todos ellos, lo dice el propio Blémont, con diversos modos de ejecución.
Así, Manet, el innovador, el jefe de los rechazados, siempre independiente, buscador de la síntesis, un clásico dentro del impresionismo. Monet, impresionista puro, maestro de los reflejos y de las variaciones de la luz y del agua, sumo sacerdote del movimiento en el que creyó sin reservas toda su vida. Degas, admirador de Ingres, constructor del espacio y admirable pintor de atmósferas, que buscó lo instantáneo del movimiento en las luces cambiantes de los interiores. Renoir, a pesar de su vinculación al impresionismo, continuador del eterno clasicismo, quien prefirió las escenas con personajes y el retrato por encima del paisaje puro. Y con ellos, Pissarro, Sisley, Berthe Morisot, Bazille y otros que se analizarán en las páginas siguientes.
Hacia 1880, el impresionismo parece abocado a su desintegración como grupo y afloran los primeros síntomas de su definitiva crisis. Algunos de sus miembros, como Manet, vislumbraron los límites que el impresionismo se había impuesto. Sus anhelos de realidad no fueron colmados por lo efímero y lo inconsistente, por la tiranía exclusiva de las sensaciones, y buscó otra vía capaz de llegar a cumplir con su compromiso. Degas, Pissarro y el propio Cézanne, uno de los últimos llegados, sintieron como Manet.
También Renoir abandonó el camino impresionista, sobre todo él que siempre fue un clásico, como Degas y Manet, a pesar de sus incursiones, junto a Monet, en las atmósferas licuosas de finales de la década de 1860. Volvió al orden clásico, a Ingres, a la solidez del dibujo, al modelado, sin abandonar la limpieza del color de la paleta impresionista. Lo móvil y lo inestable se convirtieron en su pintura en permanente y eterno; la sensación, en un dominio de los sentidos por medio de la técnica. El caso de Pissarro, siempre lleno de incertidumbre, fue el más paradigmático, rompiendo con el impresionismo y encauzando su arte por el camino del divisionismo neoimpresionista e invitando a Seurat a participar en la octava y última exposición del grupo, en 1886.

Las bañistas de Filadelfia (1888) de Pierre-Auguste Renoir

Las bañistas de Filadelfia (1888) de Pierre-Auguste Renoir (Museo de Arte de Filadelfia). Esta obra es un resumen de diez años dedicado a pensar y tres a pintar. "Dios sabe lo que me costó esa obra. Luego la envié a una exposición y la que se armó. Dijeron que era un irresponsable." La escena de estas cuatro figuras femeninas que se bañan junto al río molestó a la sociedad de la época. Los rotundos desnudos no estaban amparados bajo el halo de la pintura mitológica o religiosa y esto era inaceptable.

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