Se puede considerar que la historia de la India tomó una nueva dirección después del fallecimiento del emperador Harsa de Kanauj, en 647; este monarca había realizado una labor muy importante y, entre otras cosas, había conseguido reconstruir casi enteramente el Imperio de los Gupta y también asegurar la supervivencia de las fórmulas que estos últimos habían creado o desarrollado en el campo de las artes plásticas, así como en las demás actividades artísticas, literarias, filosóficas y científicas. Cuando Harsa desapareció, la India volvió a caer en la fragmentación política que ha solido ser normal en el transcurso de su larga historia y que se prolongó desde entonces hasta que, en los siglos XVI y XVII, los emperadores mongoles impusieron su ley en la mayor parte de la península india.
Ello tuvo por consecuencia favorecer la eclosión de estilos diversos gracias a la prosperidad de los diferentes y numerosos reinos que, en el transcurso de los siglos, se formaron, gozaron de autonomía política, conocieron brillantes períodos y apogeos, y fueron así focos de arte señalados.
Sin embargo, durante unos dos siglos (de 650 a 850 aproximadamente), los datos estéticos procedentes del estilo Gupta propiamente dicho continuaron siendo explotados, sobre todo en el norte de la India, y es probable que no fueran ajenos al desarrollo de ciertos estilos meridionales, demostrando que la permanencia es una de las leyes fundamentales de la civilización india: las mutaciones, en efecto, se han producido en ella con gran lentitud, y más bien por acumulación de algunos elementos seleccionados que por impulsos creadores o revolucionarios.
No obstante, es en el transcurso del siglo IX cuando el arte de la India puede empezar a considerarse como "medieval", es decir, situado, cronológicamente hablando, entre los períodos Gupta (que se puede calificar de "clásico") y el mongol, durante el cual el Islam y los europeos intervinieron en la historia india, causando trastornos más espectaculares que profundos.
Este período de unos seis siglos al que se hace referencia fue, por lo menos en el campo del arte religioso, uno de los más fascinantes de la historia de la India. No sólo porque se revelaron en él numerosos artistas (anónimos en su mayoría), sino en especial porque, a base de un número relativamente reducido de elementos arquitectónicos, de motivos decorativos y de fórmulas iconográficas, se realizaron gran número de nuevas creaciones -siempre para mayor gloria de la India-, produciendo conjuntos arquitectónicos de capital importancia.
Por otro lado, cabe señalar que se produjo cierto sincronismo, como también había sucedido en el pasado, pero este sincronismo se dio más en los principios que en las formas. Asimismo, se puede decir que en los siglos IX y X ya se había consumado la escisión entre los estilos septentrionales y meridionales.

Lakanaha
Lakanaha (Museo Rietberg, Zurich). Estela en basalto negro que reproduce una forma de Bodhisattva y Avalokitesvara. Procede de Bihar y se remonta al siglo IX.