La obra capital de la arquitectura civil de los árabes, como en todos los pueblos orientales, fue la residencia del príncipe; y como antes de la predicación de Mahoma y de sus primeras conquistas no tenían en esto precedentes de ningún género, debido a su vida trashumante, tuvieron que aprender de las naciones que iban conquistando.
Por ello, es lógico que las construcciones abovedadas de los palacios de Persia se prestaran para ser imitadas por los artistas musulmanes, deseosos de encontrar referencias paras las nuevas edificaciones que debían levantar para sus gobernantes. Y, como no podía ser de otra manera, quedaron fascinados por los palacio del Persia, que estaban en medio de deliciosos jardines con grandes estanques, bordeados de mirtos y rosales y regados por ingeniosos juegos de agua, y con lugares retirados llenos de plantas raras de entre las cuales surgían los elegantes quioscos de mármol.
Dentro de los pabellones, los relieves en yeso, dorados y policromados, eran el ornato único de las paredes, y aunque después decoraban también el techo de las salas, al principio las cubrían con armazones de maderas de ingeniosas formas cuyos casetones revestían de oro y vidrios esmaltados. De este modo, a partir del siglo XI todas las residencias árabes de importancia fueron adoptando este mismo tipo.
Por ejemplo, en Sicilia se conservan restos de los palacios que los monarcas árabes se habían hecho construir en las afueras de Palermo. A pesar de que con posterioridad fueron ensanchados y habitados por los reyes normandos, que los adaptaron, asimismo, a su gusto, aún es posible observar que no difieren gran cosa de los palacios del Oriente musulmán. Un primer palacio árabe del tiempo del califato de Córdoba al parecer fue el palacete suburbano de Ruzafa -que significa “del camino”-, mandado edificar por Abd al-Rahman I, a finales del siglo VIII, pero del que no queda ni recuerdo del lugar donde estuvo emplazado.
El palacio de los califas del tiempo de Abd al-Rahman II, en el interior de la capital, estaba en el sitio que ocupa el actual palacio episcopal. En cambio, quedan restos importantes del Versalles cordobés, Medina Azahara, edificado cerca de Córdoba al pie de la sierra, en el sitio llamado Córdoba la Vieja.
Abderramán, califa desde 912 a 961, lo construyó para una de sus favoritas, al-Zahara, de la cual recibió el nombre con que aún se conoce este palacio. Aunque destinado a servir de residencia a la favorita, el palacio es de tan grandes dimensiones que podía albergar a toda la corte en el caso de que fuera necesario. Se cree que los arquitectos de Medina Azahara procedían de Egipto, y consta que el emperador de Constantinopla envió fuentes para sus jardines.
Patio de los Leones (Alhambra, Granada). El patio destaca por su recargamiento decorativo, la cota máxima del esplendor del arte hispano-musulmán. Invadido por capiteles, impostas, arcos, frisos y bóvedas de todo tipo contrasta con el refinamiento decorativo de la tosquedad de los leones de la fuente, que pone en evidencia la escasa evolución de la escultura musulmana.