El Alcázar de Sevilla, que reunía el doble carácter de fortaleza y de vivienda, fue comenzado seguramente por los Omeyas, pero sufrió luego tantas reconstrucciones y modificaciones, ya desde el tiempo de Alfonso el Sabio y sobre todo durante el reinado de Pedro el Cruel, a partir de 1350, que resulta hoy casi imposible calificar aquel monumento de verdaderamente musulmán. Sin embargo, se reconocen algunos elementos de la obra antigua, mantenidos a pesar de las transformaciones.
Todas sus dependencias están situadas en torno a un patio rectangular; sólo en un extremo hay otro pequeño patio, llamado de las Muñecas, nombre que, como tantos otros, debe su origen a detalles hoy ignorados que la fantasía popular aprovechó para bautizar a cada una de las estancias de aquella espléndida morada.
Se ha analizado hasta ahora en los territorios conquistados por los árabes en la península Ibérica, edificios que responden a características propiamente musulmanas. En este sentido, mención aparte merece la decoración del Alcázar de Sevilla, que es obra del estilo que en España se llamó mudejar.
Con esta denominación se hace referencia al estilo que es el propio de los moros más o menos cristianizados y vasallos del rey cristiano. Las partes más antiguas del Alcázar tienen todavía los arcos en forma de herradura, mientras que en las restauradas o edificadas en tiempo de los almorávides los arcos son en forma de colgadura, muchas veces con blonda de estuco y con los paramentos perforados.
En sus orígenes, el Alcázar de Sevilla debió de tener mucha más extensión de la que tiene ahora, pues llegaría hasta la famosa Torre del Oro, construcción estratégica, que era la primera defensa por la parte del río. Según la tradición, sirvió también para guardar el tesoro de Pedro el Cruel. La Torre del Oro estaba recubierta de azulejos que brillaban al sol y le daban una apariencia metálica.
En Mérida, el palacio, situado en la ribera del Guadiana, fue reconstruido en el año 835 sobre los viejos muros del alcázar visigodo, hecho que, como ya se ha señalado antes, fue muy habitual en las construcciones llevadas a cabo por los musulmanes en la península ibérica.
Por otra parte, el Alcázar de Zaragoza, llamado todavía la Aljafería, nombre de claras reminiscencias musulmanas, restaurado en tiempo de los Reyes Católicos, fue después transformado en convento y más tarde en cuartel, así que ha sufrido no pocas obras de transformación a lo largo de los siglos. La Aljafería no está lejos del río, en un llano que tuvo que fortificarse artificialmente con murallas y torres. Tenía un patio central con galerías laterales, y en el fondo una sala grande con dependencias a cada lado. La decoración está tallada en piedra blanda de yeso, que se presta a las más delicadas labores, tan del gusto árabe.