Muy difícil se hace referirse extensamente un arte preislámico pues en los alrededores de La Meca no hay ruinas que correspondan a épocas anteriores a la predicación de Mahoma, a diferencia de otros puntos del mundo, donde los vestigios se remontan miles de años en la historia.
De este modo, los únicos objetos que podrían calificarse de artísticos son algunas estelas funerarias con relieves carentes de belleza, demasiado sencillos como para otorgarles excesiva importancia si no fuera por el protagonismo que adquieren al ser, precisamente, los solitarios representantes del arte preislámico. Por tanto, se puede afirmar que prácticamente la historia del arte del pueblo árabe empieza, para los occidentales, en la época de Mahoma.
De todos modos, algunas investigaciones han puesto de manifiesto que es posible que algo de la pacotilla helenística de Siria y Egipto se importara en Arabia.
A lo mejor futuras excavaciones descubran más capítulos del arte preislámico que quizás actualmente permanezcan aguardando bajo metros y metros de arena en el desierto. De momento, y a la vista de los hallazgos realizados hasta hoy, los jinetes del desierto no parecen haber tenido gran avidez de lujo; su tienda, su caballo, su amada, son los motivos predilectos, casi exclusivos, de las poesías árabes anteriores a la predicación del Corán, que se recitaban en las fiestas tribales.
Tampoco encontró Mahoma arte autóctono ni importado en Medina, adonde emigró el año de la Hégira que corresponde al 622 de la era cristiana. Medina estaba más al norte, más cercana a la Siria helenística y bizantina, saturada de arte, por lo que todavía es más sorprendente la ausencia de restos artísticos que hayan llegado hasta la actualidad. La explicación reside en el hecho de que, a pesar de esa proximidad a los prolíficos territorios artísticos bizantinos, sus habitantes vivían como puros árabes, sin necesidad de cosas bellas.
Medina es actualmente la segunda ciudad santa del islamismo, ya que en ella vivió y murió el profeta, y, según la interpretación más rigurosa de esta doctrina, su visita está prohibida para todos aquellos que no profesen la religión de Alá. Antes de la llegada del profeta, la ciudad se denominaba Yatrib, aunque tras la estancia de Mahoma pasó a llamarse Madinat-al-Nabi, o, lo que es lo mismo, Ciudad del Profeta.
