Al establecer los árabes en Egipto una ciudad militar, no sólo la rodearon de murallas y la protegieron con una tremenda fortaleza, sino que edificaron en seguida la mezquita, para que aquel centro de resistencia islámica fuera inexpugnable tanto por el prestigio militar como por la devoción.
Se observan, de nuevo, como ya se ha señalado y como se continuará viendo a lo largo del presente capítulo, como la religión fue un factor decisivo para la expansión y consolidación de un imperio tan vasto como lo fue el Imperio islámico.
Por tanto, la ciudad de El Cairo supone para los historiadores del arte islámico, un auténtico regalo que permite que la aproximación, como no lo hace ninguna otra ciudad en el mundo, a la evolución artística de los árabes.
La más antigua mezquita de El Cairo es la llamada de Amru, y se supone edificada por el mismísimo conquistador el año 642. Es todavía una mezquita como la de Medina, reducida a una sala con varias filas de columnas, que en la mezquita de Amru fueron ya de ladrillo. En fin, una construcción todavía muy sencilla, como era habitual en las primeras edificaciones que levantaron los aún inexpertos constructores árabes.
A ésta sigue en orden de antigüedad la mezquita de Ibn-Tulun, puesto que su construcción data del 878. También tiene esta mezquita un patio rectangular con sus correspondientes pórticos; el del lado del mihrab posee cinco hileras de columnas que sostienen arcos apuntados cubiertos con relieves de estuco. Las filas de columnas corresponden a la casi necesidad litúrgica de orar los musulmanes alineados.
Las crujías o naves de la mezquita van aumentando y aislándose gradualmente del patio, con una fachada en la que se han abierto numerosas puertas. De estas características es ya la mezquita de Al-Azhar, en El Cairo, iniciada en 971 y restaurada más tarde en diversas ocasiones. El año 974 se fundó en ella la que es la más antigua universidad del mundo, centro actual de la civilización coránica.
