
El Cairo tiene todavía varias escuelas o madrasas en plena actividad intelectual. Suelen ser aledañas a una mezquita y cobijan también la tumba del fundador. Dado que la ciencia islámica está basada en la interpretación del Corán y del Hadith, o sea la tradición de los dichos memorables de los compañeros del Profeta, las madrasas son más bien lugares de meditación y concentración que de estudio.
Las de El Cairo tienen un pequeño patio cuadrado con una fuente que mana o gotea un mínimo caudal y un gran arco como alcoba en el fondo, donde se sientan los colegiales para recordar los párrafos del Corán o del Hadith.
Las madrasas tienen paredes altas que las aíslan del tumulto exterior; en aquellos patios o claraboyas interiores, adonde la luz llega oblicua y apagada, el estudiante puede canturrear las suras del Corán sin distraerse durante los años que permanece allí encerrado.
En algunas madrasas hay alcobas para los cuatro sistemas de interpretación del Corán y del Hadith. Así, la madrasa de Hassán, en El Cairo, acoge en tolerante vecindad los cuatro ritos musulmanes, que se distinguen, como es sabido, por la mayor o menor libertad de interpretación simbólica que se concede al comentar el texto del Corán. Esta madrasa, que es simultáneamente tumba del Sultán Hassán y mezquita, alberga a los estudiantes en pequeñas habitaciones superpuestas en los cuatro ángulos del edificio. Pero hay algunas madrasas en las que tan sólo se acepta uno de los ritos y tienen una sola alcoba en el patio.
Por otra parte, sorprende encontrar en El Cairo tumbas de sultanes con una monumentalidad que es impropia de los jefes de un Estado musulmán, que suelen aportar la austeridad que predica la religión islámica. Ni los restos mortales de Mahoma ni de ninguno de sus inmediatos sucesores recibieron el honor de una tumba fastuosa como las que podemos observar en El Cairo. Mahoma está todavía enterrado en el pobre suelo del camaranchón de la mezquita de Medina, donde murió.
Es decir, se trata de una tumba que, como poco, debe calificarse de sencilla, pues, por otra parte, la sencillez y la renuncia a las glorias terrenales es uno de los pilares del islamismo. Sin duda alguna, el profeta se indignaría si viera los mausoleos de los sultanes mamelucos (dinastía que reinó de 1250 a 1516) existentes junto a El Cairo. Son pequeños pabellones de piedra de planta cuadrada, con cúpula decorada con relieves y levantada sobre un tambor octogonal. La del sultán Hassán, del siglo XIV, que es simultáneamente madrasa y mezquita, está coronada por una gran cúpula y un alto alminar o minarete.
Después de Egipto, la invasión musulmana se dirigió hacia el norte de África, a Cirenaica, Túnez y Argelia. Quedan allí aún antiguas mezquitas, como las de Sfax y Túnez, que deben de ser del siglo VIII; pero la más importante es la de Sidi-Okba, en Kairuán.
Fundada por el santo Okba ben Nafí el año 670, fue restaurada más tarde y no adquirió su aspecto actual hasta principios del siglo IX, cuando se llevaron a cabo una serie de importantes reformas.
De nuevo un patio con pórticos precede al santuario y, en este caso, destaca que el patio es de inmensas dimensiones. Por otra parte, el santuario tiene una nave central más ancha, que es la que da al mihrab, con cúpulas en sus extremos; las demás naves paralelas, de columnas y capiteles antiguos, sostienen una simple estructura de arcos trabados con tirantes y cubierta de madera.
El alminar, de pesada silueta casi cúbica, está situado al otro lado del patio, en línea recta con el eje determinado por las dos cúpulas.
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