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Historia del Arte

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La huella del Islam en Persia, Turquía y la India (4)

La dinastía de los grandes sultanes mongoles de la India tuvo su origen en Babar, un descendiente lejano de Tamerlán. Después de haberse propuesto reconquistar Samarkanda y rehacer el Imperio ti-múrida, deshecho tan rápidamente como había sido creado, este príncipe cifró toda su ambición en la India, que invadió con poco éxito cinco veces, hasta que por último logró triunfar. Babar inaugura también la serie de los príncipes ilustrados, escritores y artistas de la India musulmana: él empezó la obra de embellecimiento de Agra, continuada por su sucesor Humayún (1530-1556) y especialmente por su nieto Akbar (1556-1605), una de las figuras más interesantes de la historia de Oriente.

Tenemos numerosos testimonios de la vida y obra de Akbar, quien consiguió que el reinó que gobernó fuera uno de los más importantes de su tiempo. Los poetas y escritores de que supo rodearse han dejado suficientes noticias del esplendor de su corte, que resplandeció también en el arte pictórico de la ilustración de obras literarias y en los retratos realizados en papel, en miniatura.

De este modo, Akbar confió en Abdul Fazli, fiel consejero suyo, la redacción de las crónicas que, habiendo perdurado hasta la actualidad, suponen un magnífico documento en el que no faltan detalles sobre las actuaciones emprendidas por Akbar, ya sea en el ámbito de las campañas militares, de las reformas administrativas o sociales.

Por otro lado, Abdul Fazli había sido el encargado de diseñar el ambicioso plan de reformas económicas y sociales que implantó Akbar, no siempre con el éxito pretendido, para gobernar los designios del vasto imperio que tenía en sus manos. A Akbar sucedió Jahanghir y a éste el Shah Djahán (1628-1658), constructor del Taj-Mahal y otros edificios de Agra.

Monumental muestra de amor fue la construcción del fabuloso Taj-Mahal a mediados del siglo XVII, enorme mausoleo con jardines, pues, como es sabido, el Shah Djahán mandó erigirlo para albergar la tumba de su esposa Mumtaz-Mahal, muerta en el año 1630.

Era costumbre de los sultanes mongoles de la India edificar cada uno de ellos un espléndido palacio, que servía de residencia para la corte en vida del emperador y después de su muerte era transformado en sepulcro.

El mausoleo del monarca, con los de algunas de sus esposas, se colocaba en el centro de un patio o en la sala principal. Estos sepulcros se hallaban en medio de vastos jardines, con entradas monumentales. A diferencia de la escuela árabe hispanomarroquí, que labraba sus decoraciones en estuco y yeso, las de la India son de mármol y piedras duras. El conjunto, a pesar de la riqueza del detalle, no carecía de grandiosidad.

Así, puede afirmarse que los mongoles edificaban como gigantes y esculpían como orfebres. Son aún poco conocidos los monumentos islámicos de los primeros tiempos de la invasión; los más famosos, las sepulturas-palacios de los sultanes mongoles en Agra, son muy posteriores a la llegada de los invasores islámicos a tierras de la India y pertenecen ya al siglo XVI.

La de Akbar, construida en 1613 por su hijo Jahanghir en un parque de Sikan-dra, muestra la influencia del tipo de vihara o tradicional monasterio hindú. Más antigua, la de Huma-yún fue levantada en Delhi por un arquitecto persa en 1556, y constituye un capítulo fundamental en la evolución del arte islámico pues marca con su enorme y fantástica cúpula de mármol blanco el nacimiento de la arquitectura imperial mongol.

El mármol blanco y el gres rojo son los materiales utilizados para realizar extraordinarios grafismos decorativos sobre las fachadas.

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