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Historia del Arte

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Los árabes en España (7)

La planta de la Alhambra se halla circunscrita en un vasto recinto amurallado. Su aspecto externo, imponente como fortaleza, se transforma por dentro en la ordenación más fascinadora.

Entre sus construcciones más importantes, comprende el gran recinto (aparte los nuevos edificios que los desfiguran) la alcazaba o ciudadela, casi destruida, y el palacio propiamente dicho, quedando fuera de su recinto, custodiados por numerosas torres, los suntuosos pabellones del Generalife (o Jenan el-arif, “jardín del arquitecto”) que formaban un edificio aparte construido en 1339 y aún parcialmente subsistente. La vida se desarrollaba en torno de dos grandes patios: el de la Alberca o de los Arrayanes (centro del diwan) y el famoso de los Leones (centro del harim).

¡Nada más alejado de la arquitectura que se ha llamado “funcional” porque pretende conseguir belleza revelando la estructura! Las paredes de la Alhambra van forradas de arabescos que esconden la construcción de tapial; los techos de madera desaparecen tras las estalactitas colgantes de yeso pintado.

El arte de los múltiples colgajos de yeso, que tiene su apoteosis en la Alhambra, pertenece a una escuela peculiar de las tierras mediterráneas; en la India, en Siria y en Persia, las bóvedas están formadas por alvéolos o conchas superpuestas, pero sin destacarse de las superficies curvas de la bóveda, no en disposición de estalactitas que penden del techo, como se encuentran en Egipto, en Marruecos y España.

El general francés Beyle, explorando en la Regencia de Túnez una ciudad abandonada, donde estuvo la Kaala de los Beni-Hammad, encontró estos especiales elementos de yeso que caracterizan las escuelas de arte islámico hispanomarroquí. La Kaala de los Beni-Hammad fue edificada a principios del siglo X y abandonada poco después. Señala, pues, una fecha cierta en que se empezaban a usar estas decoraciones.

En las paredes de la Alhambra, además de los plafones de yeso con relieves policromados, hay arrimaderos de cerámica vidriada con magníficos dibujos en los que abunda el oro. Por el suelo de las salas discurren las corrientes de agua, y las ventanas se abren a los jardines de mirtos y arrayanes, con albercas poco profundas a imitación de las residencias de Oriente, donde escasea el agua.

Como ya se ha señalado anteriormente, el estilo árabe andaluz se ha conservado en Marruecos; hay allí todavía edificios de la misma técnica y gusto que los encontrados en la Alhambra.

Pero lo que le da singular importancia, el rasgo que acentúa todavía más si cabe la gran relevancia del Alcázar Real de Granada, es que se ha conservado sin las transformaciones que han modernizado poco o mucho todas las residencias reales musulmanas, desde las de Persia a las de Marruecos.

De este modo, merced a que se ha visto al margen de los inevitables transformaciones que se han producido en otras edificaciones, su perfecto estado de conservación hace que la Alhambra sea en la actualidad un palacio más oriental que los que puedan visitarse hoy en día en el mismísimo Oriente.

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Patio de la Acequia (Alhambra, Granada). En el pabellón norte del recinto palaciego está ubicada la parte más importante del Generalife, un jardín dividido longitudinalmente por una acequia que riega constantemente la vegetación por pequeños surtidores que la bordean. El jardín está cultivado con distintas especies que han ido variando según los gustos de cada época, aunque históricamente han predominado naranjos, cipreses, rosales y setos de arrayán. Al fondo se eleva un grueso muro con dieciocho arcos ojivales y una terraza que hacía las veces de mirador.

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