El arte ha tenido en el Japón una importancia fundamental a través de los diferentes períodos de su historia y ha conseguido, a pesar de la multitud de estilos y tendencias que han aparecido y desaparecido, a pesar también de la influencia que China y el continente asiático en general ejercieron sobre él, una personalidad inconfundible y un nivel estético muy notable.
Las primeras muestras artísticas encontradas, realizadas por unos pueblos nómadas, dan nombre al primer período de Jomon. Son vasijas de arcilla (jomon) que llevan impresas huellas de cordeles a modo de decoración; al final del período hay además unas figurillas de personas y animales, igualmente de arcilla (dogu) a las que se atribuye significación simbólica.
Por otra parte, el siguiente período histórico y artístico viene marcado por el paso del nomadismo a una nueva cultura agraria y la importación de metales del continente, dieron origen a un nuevo período llamado Yayoi (hacia 250 a.C. a 250 d.C.) con sus característicos objetos de bronce campaniformes (dotaku). El período protohistórico de Kofun (250-552) dibuja cierta conciencia nacional centrada alrededor de un monarca al que se tributan extraordinarios ritos funerarios y al que se dedica como tumba un montículo entero (kofun) con una serie de cámaras interiores en las que se han hallado los haniwa, excelentes figurillas de arcilla que constituyen sin duda la más interesante aportación del Japón prehistórico.
Más adelante, el período Asuka (552-646) marca el predominio del budismo, importado del continente, sobre la religión indígena sintoísta. Pero tras la cuestión religiosa iba implicada una cuestión política que dio lugar a una serie de luchas intestinas de las que finalmente salió victorioso el clan de los Soga. Para conmemorar su victoria erigieron el maravilloso Hok-ko-ji, hoy Asuka-dera, primer complejo monástico de Japón, abriendo con él una brillante época artística de exaltación del budismo. El miembro más destacado de este clan fue el príncipe Shótoku, auténtico fundador del budismo nipón y constructor de centenares de templos de características coreanas en un país que hasta entonces se había caracterizado precisamente por no acreditar una tradición constructora. El más importante fue el complejo monástico de Horyu-ji (607), que subsiste casi intacto y que guarda las soberbias imágenes de Tori Busshi, primer escultor conocido. Son el Buda Sakyamuni (606) y la Tríada Shaka. En ellas Buda, con actitud altiva y hierática, vestido con una túnica de rebuscados pliegues que ondean con solemnidad, refleja el espíritu austero del período Asuka. Espíritu que habría de relajarse después como muestra la famosa Kudara Kannon, imagen que guarda también el Horyu-ji y cuyo autor se desconoce.

Los períodos Nara y Heian
Santuario sintoísta de Ise
Búsqueda del mono no aware
De los samuráis al Japón moderno
El período Tokukawa

El teatro Kabuki

El teatro kabuki surgió durante el período Edo o Tokugawa, concretamente en el siglo XVII, como una evolución de las representaciones de canto y danza que tenían como escenario el templo de Izumi. Poco a poco, este tipo de teatro fue desligándose de la sacrosanta tradición japonesa para adquirir matices más realistas y abordar temas profanos. Asimismo, paralelamente se fueron tramando unos argumentos más complejos, más del gusto de las refinadas inquietudes intelectuales de las clases dirigentes, y cabe señalar que en 1625 se prohibió que las mujeres participaran en este tipo de representaciones.

 

Botella para sake
Botella para sake de Furuta Oribe (Museo Guimet, París). Cerámica realizada por el más destacado discípulo de Rikyu, que prosiguió el programa de simplificar la ceremonia del té y de buscar para los objetos que se empleaban en ella, una espontaneidad ideal. Sus cerámicas presentan ese primitivismo, esa indeterminación de formas apenas esbozadas, para marcar un claro contraste con la línea precisa y el rebuscado dibujo de los céladon de procedencia china.