Erigido en el siglo V, el santuario sintoísta de Ise es una de las construcciones más antiguas e importantes que se conservan en Japón, y exhibe las formas más originales y refinadas de la arquitectura primitiva.
Dentro de la historia del arte japonés ocupan un lugar privilegiado los santuarios dedicados al sintoismo, la religión principal, cuyo origen y fundador se desconoce.
El caso de los dos santuarios de Ise, el Interior y el Exterior, llamados respectivamente, de Naiku y de Geku, es buen ejemplo de estos monumentos sagrados, que a pesar de su diminuto tamaño mantienen elegantes proporciones y se han convertido en un excelente ejemplo de la sutileza de los artistas del país.
En general, mantienen una coherencia global en su simplicidad, pues carecen de cualquier adorno. Su forma simple deriva del diseño de los graneros y depósitos del primitivo Japón.
Esta ausencia de complejidad aumenta con el material utilizado: troncos de madera de ciprés (kinokí). La madera es uno de los materiales más usados en la construcción gracias a la abundancia de bosques.
Estos troncos componen todas las partes del edificio, excepto para cubrir los techos. La estructura se corona con una gran techumbre de paja.
Ambos santuarios se alzan sobre solares exactamente rectangulares, dispuestos en un eje perfecto de norte-sur, en una zona de densa vegetación. El santuario Interior, que alberga el espejo de la Diosa del Sol, se encuentra sobre una pendiente, probablemente, porque se empezó con unas dimensiones menores y luego se agrandó.
A través de una escalerilla se accede al interior.
