Difusión por el resto de Europa

La tesis presentada en la universidad de Lovaina por Rik Sauwen, El espíritu Dadá en Bélgica, completa la información acerca de un extremo hasta entonces poco investigado. En ella se ve la culminación de la figura patética de Clément Pansaers, autor de Pan Pan au Cul du Nú négre, y de Bar Nicanor, que se encontraba en el índice de Littérature y figuraba como actor en varias manifestaciones parisienses. Más tarde, en 1925, E. L.T. Mesens y Rene Magritte participaron en Bruselas en la revista Oesophage, pero ya era sólo una forma de supervivencia. La participación rusa en el movimiento puede reducirse a las actividades de Ilia Zdavevitch (Iliazd), que inventó el lenguaje Zaoum y publicó en esta lengua un poema dramático, Ledentu le Phare, y de su amigo Serge Charchoune, que organizó veladas dadaístas en el Café Caméléon y publicó en Berlín la revista Transbordeur-Dada. Algunos países de Europa central estuvieron episódicamente en contacto con el dadaísmo, quizá lo bastante como para que poetas y artistas extrajeran consecuencias. Lo que recogía la juventud en todas partes era la función de la repulsa, la operación de tabula rasa por la que el movimiento justificaba su existencia.
Realmente, el movimiento Dada fue de manera estrepitosa destructivo, brutal, pero al mismo tiempo etéreo y sutil: un elefante en una tienda de porcelanas, pero un elefante capaz de volar. El dadaísmo fue violento e hilarante, pero no es raro descubrir en él una nota tierna. El dadaísmo es un peligro que se transforma en furor. El dadaísmo rompe el cristal del lenguaje y recoge sus fragmentos esparcidos para llegar a una nueva transparencia. El dadaísmo convierte en cenizas los tesoros de los museos y elabora sus propias obras maestras con briznas de paja, cordeles de pastelero, botones de pantalón y alfileres de costurera. El viento del movimiento Dada barre de la tierra a sus ídolos culturales y del cielo a sus ilusiones.