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Historia del Arte

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Los nabis (II)

No podemos despreciar su dibujo trémulo, heredado de Corot, que convierte en pretenciosa cualquier afirmación del trazo. En su arte, el incesante elogio de la mujer, cuyos atractivos se reflejan en espejos, es como un mal necesario. La incomparable sensibilidad de Bonnard está hecha de resguardada ingenuidad. Este hombre de rostro dulce, un poco soñador, de mirada escrutadora, ha sabido conservar en su pintura la nota matizada, efusiva, deslumbrante, y ello hasta el final, hasta el momento en que ya no puede distinguirse entre sol, mar y cielo, y todo queda confundido en la magia del color.

Se puede afirmar que en sus inicios Édouard Vuillard (Cuiseaux, Saóne-et-Loire, 1869-La Baule, Loire-Inférieure, 1940) acompaña a Bonnard física y moralmente, puesto que en 1891 los dos amigos comparten el estudio, en el 28 rué Pigalle, junto con Maurice Denis y Lugné Poe. También fue un intimista, con sus admirables interiores tratados con las tonalidades rebajadas de la pintura a la cola, y en ellos muestra principalmente a su madre en el comedor de la plaza Vintimille (actualmente, plaza Adolphe Max). Sus pinturas, mates y delicadas, poseen un toque variado como el de Bonnard, aunque algo forzado.

A propósito de una exposición Bonnard-Vuillard, Gustave Geffroy habla de un «tachismo violento». Las escenas íntimas de Vuillard, menos impregnadas de feminidad que las de Bonnard, están matizadas al estilo de Fragonard. Las obras de su primera época resultan valiosas por su simplificación (En la cama, 1891), por el abigarramiento de sus superficies puntilladas. Muestran un nuevo sentido de la decoración en las grandes pinturas al temple realizadas en el piso del doctor Vázquez (1896) y en los Jardines de París, pintados para Alexandre Natanson. Hacia 1900, el arte de Vuillard empieza a perder importancia al dedicarse al elogio del burgués francés, al que retrata sin asomo de humor. Su dibujo adquiere un aire satisfecho.

La obsesión por el acabado domina hasta tal punto al pintor que, a partir de 1906, Vuillard atrofia su talento con una interpretación estricta de la realidad. Muere como un documentalista exacto y sin misterios.

No se puede reprochar a Félix Valloton (Lausanne, 1865-París, 1925) que tenga un arte convencional. De origen protestante, maestro del blanco y negro, en los grabados en madera de Intimidad, Vallotonintentó a veces mostrarse ingenioso en pintura. Con ello, derivó hacia un realismo terrible, hasta el punto de buscar voluntariamente la falta de gusto en un arte de carácter anarquizante pero muy personal, analítico, incluso mordaz en ciertos momentos, y de una reprimida sexualidad de desollado. En realidad, Valloton era un insatisfecho y, al igual que Amiel, escribía su diario. Su Verano del Kunstgewerbemuseum, de Zurich, es una de las obras más destacadas de nuestro primer medio siglo. Asimismo, Valloton ilustró numerosas obras, en especial el Libro de las Máscaras de Rémy de Gourmont.

Maurice Denis (Granville, 1870-París, 1943) es la figura central que enlaza el simbolismo con los nabis. El que se firmaba Maud tuvo unos inicios resonantes. Aparte de ser hombre de letras y amigo de los poetas simbolistas, definirá -porque era pintor y escritor- la estética de los nabis, incluso mejor que Sérusier. Inspirado conjuntamente por Emile Bernard y Gauguin, empieza por una composición de formas contorneadas y casi medievales, en las que con paleta sorda, un tanto violácea, con algunos listados luminosos, el arabesco envuelve a los personajes.

Es un arte muy «1900», un poco a lo Maeterlinck. Al propio tiempo, y con el seudónimo de Pierre Louys, Denis escribe sus primeros ensayos sobre arte (se encuentran recopilados en Teorías, 1912, y Nuevas Teorías, 1922).

Uno de los méritos de Maurice Denis es el de haber despertado -tras un viaje de estudio por la Toscana- la atención por los Primitivos. Católico fervoroso, aunque proclamándolo con cierto exceso, disminuyó de valor con su pintura yesosa y tradicional, aunque puso de manifiesto sus dotes de decorador en la iglesia de San Pablo, en Ginebra, y en el techo del Théátre des Champs-Elysées.

clases de pintura
En la cama, de Édouard Vuillard (Musée d’Orsay, París). Amigo íntimo de Bonnard, este pintor interpretó con gran refinamiento escenas de la vida burguesa, huyendo del naturalismo. Entre los nabis era conocido como «el intimista», porque describía su mundo familiar con escenas insólitas y sorprendentes, imprevistas, en las que el color lograba armonizar, como en sordina, tonos discordantes.

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