El Surrealismo

Los cafés de París:
primeros escenarios de los escándalos surrealistas

Aunque los integrantes del grupo cambiasen a menudo y los ámbitos de interés de los surrealistas se extendiesen desde las cuestiones estrictamente artísticas o literarias hasta los problemas sociales, pasando por la toma de posición política, se mantuvo como constante del movimiento un sentimiento de unidad, como indicó en una entrevista tardía el propio Matta, integrado en el surrealismo en la década de 1930: «Nos reuníamos en el Flore; fuera de nosotros no había nadie, por tanto siempre estábamos los mismos. Entonces sabíamos que adoptábamos una postura precisa. No se trataba de exigir que cada uno se comportase de una determinada manera, concretamente como un tipo que se propone destruir la estructura de la inteligencia burguesa. No era eso. Intentábamos más bien crear otra manera de intelectualidad, una intelectualidad colectiva. Los surrealistas tenían un sentimiento de grupo muy fuerte; los problemas se abordaban conjuntamente. Esto era lo novedoso».
Al estudiar la historia del surrealismo se tiene la impresión de que determinados temas y cuestiones inquietaban efectivamente a toda la comunidad. Tanto si se trataba de la parricida Violette Noziére, en cuyo favor intervinieron los surrealistas, de cuestiones relacionadas con la sexualidad o del compromiso político, como del fenómeno del sueño, de la alucinación y de la asociación libre, las aportaciones, las ideas y las obras procedían de todas las áreas artísticas.
Para los implicados, el surrealismo constituía una forma de vida, una especie de existencia que admitía lo lúdico y lo creativo, que se entregaba a la intensidad del momento, que en su espontaneidad contraponía la libertad interior y la desvinculación material a los valores burgueses. El lugar de reunión preferido de los surrealistas era el café.
El experimento de la individualidad colectiva encontró su espacio en una de las instituciones típicas de la gran ciudad, característica de la vida dinámica de la metrópoli parisiense, anónima y ruidosa, un lugar accesible a todos en cualquier momento.
Los surrealistas se reunían en el Certa, en el Grillon del Passage de l'Opéra o en el Cyrano de la Place Blanche, muy cerca de donde vivía Breton. Este lugar nada tenía que ver con los cafés de artistas de Montmartre y de la orilla izquierda del Sena, que enseguida traen a la mente a Toulouse-Lautrec o el período azul de Picasso. El Cyrano era más bien frecuentado por rufianes, prostitutas, agentes de cambio y narcotraficantes que, como los mismos surrealistas, habían presenciado en la otra acera una representación del Grand Guignol. El Cyrano atraía a los surrealistas por su condición de ámbito social marginal, de espacio en el que se encontraban rodeados de personajes marginados y de excéntricos.
El café de la Closerie des Lilas del Boulevard Montparnasse fue también escenario de uno de los primeros escándalos provocados por los surrealistas, el banquete literario organizado por Mercure de France el 2 de julio de 1925 en honor del poeta Saint-Pol-Roux. Se volcaron mesas, se pisoteó la vajilla, los surrealistas voceaban consignas revolucionarias, se repartieron golpes, se rompieron cristales; hubo varias detenciones.
Al día siguiente de aquellos incidentes el comité de la Societé des Gens de Lettres censuró el «escandaloso comportamiento de los surrealistas», el comité de la Association des Écrivains Combattants los condenó al «desprecio del público» y los críticos se comprometieron a no escribir su nombre y a no consignar las denominaciones de los grupos acabadas en -ismo. El incidente mismo es característico de la actitud anarquista y antiburguesa de los surrealistas. Sus acciones representaban una ofensa a lo universalmente reconocido y venerado y constituían un ataque al orden burgués establecido.


El Café Certa  

El Café Certa en la actualidad



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