Giorgio de Chirico

Las musas inquietantes (1917)

Giorgio de Chirico

n. 1888 en Volos (Grecia), f. 1978 en Roma

Óleo sobre lienzo, 97 x 66 cm.
Milán, propiedad privada
A partir de 1912, Giorgio de Chirico no sólo introdujo estatuas y monumentos en el ambiente inanimado de sus cuadros, sino que también incluyó figuras -enormes marionetas-, cuyo carácter anónimo y conformación física recordaban tanto los maniquíes como los muñecos articulados que los artistas utilizaban para sus estudios de anatomía. Estos seres sin brazos, parcialmente provistos de bisagras, escarpias y alambres y sostenidos en cierta medida por complejos dispositivos de apoyo, no admiten ningún tipo de identificación ni tampoco son soportes de sentimientos.
Basta pensar en la mecanización del hombre observada en las obras dadaístas de Francis Picabia y recordar la deconstrucción de la figura humana llevada a cabo por el cubismo, aspecto que De Chirico abordó en París de una manera intensa, debido, entre otras cosas, a su estrecho contacto con Guillaume Apollinaire y Pablo Picasso. El mundo como escenario en que se desarrolla un teatro de marionetas absurdo y sin sentido es una idea que domina desde el principio los cuadros «metafísicos» de De Chirico y que adquiere mayor significación con la introducción de los frágiles muñecos articulados. «Ante la orientación cada vez más materialista y pragmática de nuestra época [...] no es ninguna aberración pensar para el futuro en un estado social en que el hombre, el único que vive para los placeres espirituales, ya no tendrá derecho a reclamar su lugar al sol. Escritores, pensadores, soñadores, poetas, metafísicos, observadores [...] quien plantee y valore enigmas terminará siendo una figura anacrónica, destinada, como el ictiosaurio y el mamut, a desaparecer de la superficie de la Tierra». De estas palabras de De Chirico cabe concluir que el mundo está vacío de sentido; ya no hay razón alguna para preguntarse por su significación.
Su representación de Las musas inquietantes (Le muse inquietanti) evidencia estas ideas. Aparecen delante de la antigua residencia de la familia de Este de Ferrara, tan aficionada a las bellas artes. Significativamente, este palacio urbano, cerca del cual vivió De Chirico durante la Primera Guerra Mundial, destaca tras un escenario ascendente junto a edificios industriales, chimeneas de fábricas y un silo. Roja de herrumbre, la fortaleza se alza ante el cielo turquesa del fondo. Las dos musas -muñecos articulados sin fisonomía y vestidos de un modo arcaizante- aparecen en el borde anterior del espacio escénico, que se articula mediante zonas de sombra profunda. De pie una y sentada la otra, ambas dan la impresión de haber sido colocadas entre diversos accesorios teatrales. Bajo ellas hay una máscara roja y una vara, atributos tradicionales de Talía y Melpómene, musas de la comedia y de la tragedia. A su vez Apolo, que estaba al frente de las musas, aparece al fondo sobre un pedestal. Da impresión de contención, de estar tan falto de vida como las musas. ¿Hacia dónde las dirigirá?, cabría pensar a la vista de las reflexiones profundamente melancólicas en las que de forma evidente están inmersas sus compañeras sin cabeza.

«Antes los pintores estaban locos y los marchantes eran listos. Ahora los pintores son listos y los marchantes están locos.»
Giorgio de Chirico

Giorgio de Chirico  

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