El Surrealismo

Mariposas con mensaje:
«padres, contad vuestros sueños a vuestros hijos»

A partir de 1925, aquellas acciones alimentadas en buena medida todavía por el dadaísmo se reorientaron hacia una perspectiva más política y realista. El primer paso en este sentido fue la creación de la Oficina de Investigaciones Surrealistas, donde, de todos modos, empezó trabajándose en el plano espiritual y literario. De allí salieron los famosos papillons (mariposas) surrealistas u octavillas de vivos colores con consignas tales como «Padres, contad vuestros sueños a vuestros hijos» o «Si está usted a favor del amor, estará también a favor del surrealismo», que se hicieron populares en todo París.
Sin embargo, aquellas acciones imaginativas e ingeniosas no constituían un insulto efectivo a la burguesía, cuya concepción de los valores cuestionaban irónicamente; así lo entendió el poeta surrealista Pierre Naville en sus reflexiones sobre la relevancia sociopolítica del surrealismo.
En efecto, precisamente porque las acciones se movían en el plano «moral», la clase social atacada podía estar segura de que las manifestaciones del surrealismo nunca llegarían a destruir los valores sociales o incluso morales.
Sólo había dos alternativas: persistir en una actitud negativa y anarquista o recorrer resueltamente un camino revolucionario, la vía del marxismo. La Révolution surréaliste tenía prevista una colaboración con la revista comunista Clarté (Claridad) y así, en un gesto de importancia decisiva, a finales de la década de 1920, los surrealistas llegaron a un acuerdo con el marxismo.
Aunque todos los integrantes del movimiento aceptaron el marxismo o al menos se situaron en la izquierda política, la palabra «revolución» del título de la revista La Révolution surréaliste no hacía referencia a la Revolución rusa, sino a algo totalmente distinto y en cierto modo contrapuesto, por cuanto que para los surrealistas la individualidad estaba muy por encima de la agrupación colectiva.
La nueva orientación política generó obviamente tensiones en el grupo y dio lugar a una crisis preprogramada por la contradicción interna del surrealismo; según Breton, el movimiento se proponía dar expresión espontánea a la afinidad espiritual entre artistas que trabajaban independientemente. Ahora bien, un grupo que realizaba experimentos psicológicos y literarios, publicaba manifiestos sobre la actualidad, editaba libros y revistas, promovía manifestaciones y organizaba exposiciones de arte no podía trabajar con una espontaneidad real. Necesitaba una organización central y en definitiva tenía que persistir en una actitud espiritual oficial.
«Pero dejando a un lado las cuestiones de detalle y las dificultades e incompatibilidades personales en cuanto a sentimientos y aptitudes, que no faltan entre los individuos y que incluso se agudizan dentro del grupo, es indudable que en aquel momento se trataba de definir una actitud espiritual general que alimentaba muchas de nuestras acciones, aun con el riesgo de que se modificase rápida y radicalmente».
Así se expresaba Naville en 1927 en su ensayo Mieux et moins bien (Mejor y menos bien), que abogaba en favor de una colaboración con el Partido Comunista. Bretón le respondió diciendo que los comunistas fallaban psicológicamente desde el momento en que trataban de incitar a la gente a actuar por medio de la esperanza en un mundo mejor.
En 1926 escribía Breton en Legitime défense (Legítima defensa): «Entre nosotros no hay nadie que no vea con buenos ojos que el poder pase de las manos de la burguesía a las del proletariado. Pero mientras tanto es absolutamente necesario que nuestros experimentos, que afectan a la vida interior, sigan adelante, desde luego sin ningún tipo de control exterior, ni siquiera del lado marxista».
Dadas estas divergencias, que naturalmente se reflejaban también en las diferentes opiniones de los distintos miembros, nada tienen de extraño los ataques a diversas personalidades del movimiento surrealista contenidos en el Segundo manifiesto del surrealismo publicado en 1929. En él, Bretón descalificaba a poetas y escritores de épocas pasadas, como Baudelaire, Poe, Rimbaud y Sade, importantes figuras de referencia para los surrealistas en un momento anterior, y practicó una especie de «depuración» entre sus contemporáneos, excluyendo del movimiento entre otros a Francis Picabia, Tristán Izara, Antonin Artaud, Philippe Soupault, André Masson y Robert Desnos.
La asamblea convocada por Bretón el 11 de marzo de 1929 en el Bar du Château de la Rué du Château para hablar del destino de Trotski en el exilio terminó convirtiéndose en una especie de proceso judicial sobre la orientación política de cada uno de los surrealistas.
Bretón no se limitó a enviar el correspondiente cuestionario a todos los simpatizantes del grupo, sino que durante la asamblea dio lectura en tono condescendiente u ofensivo a algunas respuestas de los ausentes, de forma que el encuentro degeneró en una discusión sobre los problemas internos del grupo surrealista sin encontrar una solución al problema político.


André Breton  

André Breton



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