Durante mucho tiempo el mundo contemporáneo, meta de toda la pintura impresionista, ha tomado para Monet la apariencia de su mujer Camille. Sus múltiples retratos jalonan los primeros años en Argenteuil.
Camille leyendo bajo el resplandor de las motas de sol, detenida ante la ventana, en medio de fucsias y capuchinas trepadoras, conversando bajo el arbusto de lila, aburrida junto a un desconocido o en un prado de margaritas.
A veces, Jean está junto a ella, niño serio a quien vigila una criada. Esta mujer flor pronto se marchitará y morirá; Monet ya se está distanciando de ella.
Camille y Jean en la colina, expuesto en la segunda exposición impresionista de 1876, fue adquirido ese mismo año por el doctor de Bellio.
Está impregnado del doble sentimiento del tiempo que pasa y del tiempo meteorológico, ese mundo efímero y flotante en un devenir perpetuo. En una puesta en escena admirable.
Camille se recorta en la cima de una colina adonde aún no ha llegado su hijo. Las dos sombras desiguales se funden en la vegetación ácida de las hierbas de junio debajo de las cuales se adivinan los leves accidentes del terreno.
Las pequeñas pinceladas entrecortadas, contrastadas, rápidas crean en ese primer plano de la pradera una especie de movimiento acentuado por una gama de verdes apenas acariciada por indecisas flore-citas amarillas.
Pinceladas más largas arremolinan las nubes que el viento parece hacer jirones; ese viento que sacude la sombrilla, tira de la falda, agita el velo.
Monet recibe estas sensaciones visuales y las transmite al espectador. Los diferentes azules del cielo contaminan con sus reflejos los blancos del vestido de Camille.
Más tarde, Monet volverá a tratar este tema plástico con toda su fuerza, pero sin alcanzar el estado de gracia que hace de este cuadro una síntesis del impresionismo en su totalidad.
El pequeño Jean
Sin intención de hacer un retrato, los rasgos sólo evocados del hijo mayor del pintor revelan su carácter serio.
Mientras Camille fija su mirada en el espectador, el pequeño Jean la dirige hacia un lado, manteniendo una actitud distante. Las manos en los bolsillos acentúan esta voluntad de mantenerse en el segundo plano que su padre ha reservado para él.
National Gallery of Art (colección Mellon), Washington (Estados Unidos)