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Historia del Arte

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El arte de los cazadores paleolíticos 1

El arte prehistórico es, esencialmente, una «acción», una «creación» real. La estética se da por añadidura, al igual que la delicadeza del retoque se ayegaba a la almendra acheulense. Las múltiples superposiciones que aparecen en las paredes de las cuevas tienen la misma explicación: Lascaux, Cabrerets, Niaux… La «elucidación de los temas» conduce a animales aislados, muchas veces yuxtapuestos, más o menos encabalgados, asociados de forma voluntaria o fortuita.

Sin embargo, la magia, de creadora puede pasar a destructora. Tal es el caso de los bisontes y las cabras montés de Niaux, o aquel caballo de Lascaux, atravesados por dardos. El animal, creado, es destruido seguidamente. El oso acéfalo de Montespan, modelado en arcilla, está acribillado con treinta azagayadas. El arte prehistórico, naturalista y basado en representaciones animales, se desarrolló porque respondía a graves imperativos económicos.

Lo requería la necesidad de encontrar y abatir a una abundante caza. No obstante, se ha objetado a veces que para unas creaciones esencialmente mágicas, en las que la estética sólo se daba por añadidura, no había necesidad de llegar a crear obras maestras. Bastaría con simples croquis, con unos esbozos para las prácticas mágicas. Y en efecto así es: ¡no todos los dibujos prehistóricos son obras de arte!

No cabe duda que el esbozo de un buey, realizado con el dedo sobre la arcilla, enriquecido con treinta mil años de edad, resulta conmovedor. Pero no exige el mismo entusiasmo que el que legítimamente despiertan los mamuts grabados en el «friso de los cinco» de Rouffignac, el «abuelo» del gran techo de esa misma gruta, o los bisontes de la «Sala Negra» de Niaux. La emoción arqueológica de un testimonio humano salido de las profundidades de los tiempos, y la emoción puramente artística resultado de una contemplación, constituyen dos sentimientos muy diferentes.

La prehistoria no engendró sólo obras maestras representando animales; muy lejos de esto. Hay esbozos, intentos a menudo torpes, representaciones fragmentarias: he aquí incontables fracasos, aunque siempre resulten muy respetables para el estudioso; pero esto es otro asunto. Ahora, lo que interesa es «elegir» ante la riqueza y la abundancia de la iconografía prehistórica.

El estudio exhaustivo de todas las obras de Delacroix, Matisse o Picasso, incluyendo también sus garabatos, tiene su interés científico, aunque nunca podrá equipararse a la iconografía de sus obras maestras. En el caso de la prehistoria, la elección resulta difícil.

Si el censo completo puede hacerse, por fortuna, con la mayor objetividad, en cambio el juicio estético será siempre, por desgracia, subjetivo. ¿Qué criterios deben utilizarse para poder elevar grabados o pinturas rupestres al rango de obras maestras? A título experimental, y sobre la base de la provisionalidad – en espera de unas reglas estéticas por definir –, se ha elaborado un censo de las obras de calidad dentro del universo prehistórico.

De 727 caballos registrados al norte de los Pirineos, destacan 93 figuras de calidad, es decir, el 12 %. De 260 mamuts (Europa occidental), destacan 47 figuras de calidad, o sea, el 18 %. Entre 184 cabras montés (en la misma área), hay 39 de calidad, es decir, el 15 %. Entre 123 renos (en la misma área), 20 son de calidad, es decir, el 16 %. De 118 bisontes (registrados al sur de los Pirineos), 16 son de calidad, lo que equivale al 13 %. De 56 osos (Europa occidental), 8 son de calidad, es decir, el 14 %. Entre 50 felinos, 7 son de calidad, equivalentes al 14 % y de 26 rinocerontes, hay 6 de calidad, equivalentes al 23 %.

Rcsumiendo: de un total de 1.544 figuras (registradas por los estudiantes del Institut d’Art Préhistorique de Toulouse), se pueden considerar que 236 son de una notable calidad estética, obras maestras del arte animalista, lo que equivale a un porcentaje global del 15 %. Evidentemente, el juicio es subjetivo por completo, pero al referirse a una amplia iconografía, resulta válido y altamente interesante. Nótese que la mayoría de las especies comunes – caballo, cabra montés, reno, bisonte –, y entre las más numerosas, el oso y los felinos, alcanzan porcentajes «estéticos» rayanos en la media: 12, 15, 16, 13, 14 y 14 % respectivamente. Por el contrario, las especies excepcionales por su poder y escasamente representadas en los vestigios óseos de occidente – en consecuencia, especies relativamente raras – como son el mamut y el rinoceronte, poseen porcentajes de calidad superiores a la media: 18 y 23 %.

Estas cifras se explican por la calidad excepcional de las obras de Rouffignac, lo cual pesa claramente en la iconografía de la especie. En menor grado, el papel de Les Combarelles, por la calidad de los renos, y el papel de Altamira, por la calidad de los bisontes, también resultan notables.

Talla sobre dientes de mamut
Talla sobre dientes de mamut, del período auriñaciense, hallada en Baden-Wurtenberg (Alemania). Algunos detalles ejecutados por los cazadores paleolíticos son verdaderas obras de arte, miniaturas grabadas sobre cualquier pieza ósea que les recuerdan la caza y les preparan en un acto mágico para la misma. Los elementos de adorno, los dientes perforados y rematados para lucirse, son característicos de este período.

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