Resulta difícil acotar con certeza esta primera fase del arte, porque se corre el riesgo de atribuirle incluso cualquier entorno inhábil de épocas posteriores. Es preciso no confundir los criterios de una escuela primitiva y las torpezas escolares de un artista tardío. La clasificación sólo se consigue con un conocimiento integral de una cueva.
La escuela magdaleniense, que corresponde al segundo ciclo de Breuil, se afirma hacia el 15000 y dura aproximadamente hasta el 10000. Por consiguiente, sus primeras obras son contemporáneas de las obras tardías de la escuela del Périgord. Los trazos lineales simples adquieren una elegancia y una precisión radicalmente nuevas. Con lentitud, los colores planos, siempre oscuros, invaden las superficies que representan animales, con lo que se llega a una nueva experiencia en el modelado. Se impone el detalle, que va acompañado de precisiones clínicas. La perspectiva se hace «real» Los mamuts de Cabrerets aparecen todavía con una perspectiva semirretorcida en lo que se refiere a las defensas, pero la trompa, el opérculo anal y el pelaje son ya detalles propios de la nueva escuela.
La contemporaneidad de las escuelas se hace patente en una «corrección» realizada en la gruta del Porte (Ariége). Las pezuñas de un bisonte negro puesto de perfil – vistas de frente en perspectiva retorcida –, quedan corregidas en la perspectiva real mediante un delgado trazo de buril sobre la pintura negra, que es algo más antigua.
Rouffignac señala la fase clásica del dibujo magdaleniense. En ella, se multiplican los hechos expresivos: tratamiento del pelaje, expresionismo de los ojos, riqueza de detalles en los cuernos, trompas, pezuñas y crines, pero sobre todo precisión y exac-titud llena de vida en las actitudes. Las figuras se ordenan en temas principales: el de los animales enfrentados, en el friso, el monumental encuentro de dos manadas de mamuts.. Esta organización rítmica, compleja, es la aportación esencial de la escuela magdaleniense. El tema del enfrentamiento inicia aquí una larga y fecunda carrera que desembocará en las leonas de Micenas.
Al igual que las técnicas, el arte experimenta su aceleración. Entre el 12000, estimación cronológica de Rouffignac, y el 10000, fecha en que terminan las obras maestras de Niaux, se concentran grabados y dibujos de múltiples grutas, todos ellos de elevado valor artístico: Les Combarelles y Font-de Gaume, Marsoulas y Niaux, el Tuc d’Audoubert y Trois-Frères, las grutas del monte Castillo, Tito Bustillo, la maravilla de Altamira, la primera cueva decorada que se descubrió y que continúa siendo la más espléndida. Los inventarios de objetos artísticos mobiliares resultan significativos: La Madeleine y Laugerie Basse proporcionan 1.142 documentos, de los 2.329 inventariados en todo el Périgord, es decir, e1 48 %. El 5 % de los yacimientos mobiliares, ofrece el 66 % de las obras. Tales concentraciones implican auténticos talleres artísticos, como Limeuil, La Marche, Gonnersdorf… de acuerdo con los preceptos de las escuelas. Cada escuela tiene sus temas predilectos. El 4 % de los renos dibujados puede atribuirse a la escuela del Périgord, frente al 96 % a la escuela magdaleniense.
La escuela magdaleniense es mucho más que una escuela artística. También es una escuela de pensamiento. El techo de la cueva de Altamira mide 18 metros de largo por 8 o 9 de ancho. Son dimensiones a escala humana y una ojeada puede abarcarlas. En sus orígenes, sólo alcanzaba dos metros de altura. Erizado de protuberancias rocosas, del orden de los 50 centímetros, cada una tiene pintado su bisonte, captado en actitud recogida, saltando o revolcándose. La enorme impresión que produce es la de un impetuoso rebaño desplegado en una oleada a los pies de la gran corza policroma (2,25 metros) que ocupa el sector más alejado, con la cabeza vuelta hacia la entrada. ¿Será la lejana prefiguración de la Diana cazadora?
En Rouffignac, los frisos alinean mamuts y rinocerontes. Únicamente, un sector escapa a esta ordenación: el gran techo. Este sólo tenía uno o dos metros de altura en sus orígenes. En él se ven superpuestos cincuenta magníficos animales, imágenesrealidad, creadas y sobrecargadas unas con otras por la magia, no por pura gratuidad artística. ¿Por qué se eligió sólo este techo?
Bajo el techo, se abre un vasto embudo, cuyo fondo desemboca en el piso inferior. En él corre una estrecha galería y a nivel del suelo, una fisura conduce al tercer piso por donde discurre todavía el río subterráneo. Los magdalenienses conocían y utilizaban esta fisura. En el pilar que hay sobre ella, se despliegan, en rojo y negro, bisontes, caballos y mamuts. A la altura de la vista, preside el lugar un magnífico antropomorfo, el «Ser Superior» de Rouffignac, gozando de una situación elegida y privilegiada, como el «hechicero» o el» dios cornudo» de la gruta de los Trois Frères.
