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Historia del Arte

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El gran bisonte de Altamira

El conjunto de pinturas rupestres de las cuevas de Altamira, población situada en las proxirnidades de Santillana del Mar, en la región de Cantabria, España, es un descubrimiento histórico-artístico de primer orden, pues representa la primera manifestación pictórica en la Historia del Arte.

Las pinturas fueron descubiertas en 1879 por María Sautuola, la hija de nueve años del erudito en paleontología Marcelino Sanz de Sautuola, y datan de entre 15000 y 12000 a C., perteneciendo, por tanto, al período Magdaleniense III.

Son numerosas y sumamente interesantes todas las pinturas rupestres que forman parte de este conjunto. Y entre ellas, cabe destacar el especial protagonismo que cobran las figuras de bisontes.

De este modo, el conjunto alberga, aproximadamente, treinta y ocho figuras de bisontes realizadas en el techo de la sala principal, la llamada Sala de los Polícromos, una bóveda de 18 metros de longitud por 9 de ancho.

Sólo con la visión de esta fascinante sala bastaría para incluir las cuevas de Altamira entre los lugares imprescindibles de la Historia de la Humanidad. Aquí, el ser humano muestra un decidido intento por representar de una forma tan real como su mente y utensilios le permitían.

En estos bisontes, su creador ha ofrecido una habilidad asombrosa para seguir con el color las irregularidades de la roca y dar de esta manera volumen a sus representaciones. De esta forma, esta última característica se ha tomado como un indicio que puede argumentar la teoría de elementos azarosos en el nacimiento del arte.

bisonte de altamira

Conviene señalar que en Altamira se combinaron todos los medios de expresión pictórica conocidos hasta el momento: la pintura con pincel, la pintura soplada y la pintura restregada. Se trata, por tanto, de un enclave ideal para conocer el «estilo artístico» que predominaba en esa época y lugar.

Volviendo de nuevo a la Sala de los Polícromos, no se puede dejar de señalar que la más representativa de estas figuras es el Gran bisonte de Altamira.

En esta imponente figura, sin duda uno de los tesoros principales de todo el conjunto de las cuevas, puede observarse cómo la postura del animal se encuentra determinada por la forma de la roca que le da cuerpo. Así, el creador adapta sus trazos a las grietas de la cueva, que marcan, de este modo, el contorno del dibujo. Los bordes de la representación están realizados con negro manganeso y está coloreado con ocres y rojos.

Es conveniente destacar el espíritu de observación naturalista de su realizador y la enorme capacidad expresiva de la composición.

Uno de los sentidos que se atribuye a estas pinturas habla no tanto del embellecimiento decorativo de las cuevas como de una necesidad humana de dominar de manera conceptual la naturaleza. Cabe destacar por otro lado, que esta Sala de los Polícromos ha aumentado de tamaño en el último siglo.

La longitud y la anchura de la bóveda siguen siendo las mismas, pero no la altura originaria, que actualmente oscila entre los 110 y los 190 cm dependiendo de la zona. El motivo de este aumento era permitir que los visitantes pudieran acceder de una forma más o menos cómoda a la sala.

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