Pero quizá sea la arquitectura maltesa y su antiquísima construcción uno de los logros culturales más sorprendentes de la antigüedad. Durante el III milenio, contemporáneamente al desarrollo de los hipogeos, se empiezan a construir en esa pequeña isla una serie de templos que impresionan por su tamaño, complejidad constructiva, y por el número relativamente elevado en toda la isla, aproximadamente unos 30. Estas construcciones en un principio eran de planta lobulada, recordando con frecuencia los hipogeos más sencillos. Pero en la época de máximo apogeo, el llamado período Tarxiense, se pasa a las plantas trilobuladas y a las más complejas absidales. En esta última fase es frecuente también que algunas partes de los templos estén decoradas con frisos en bajo relieve, donde se desarrollan temas geométricos, de espirales sobre todo, conociéndose también temas animalísticos de un gran naturalismo y hermosura. Es en estos templos, así como en algunos hipogeos, donde han aparecido las estatuillas femeninas, por lo que puede hablarse de un culto a la Diosa Madre.
Capítulo aparte merecen las construcciones ciclópeas de las islas de Cerdeña, Córcega, Mallorca y Menorca que, bajo ningún concepto, deben ser confundidas con el megalitismo. Pertenecen a una cronología bastante más tardía, puesto que son del II milenio, ya en plena Edad del Bronce, y además tienen una función o significado diferente; por otra parte, desde el punto de vista tecnológico, las grandes piedras utilizadas en las construcciones han sido previamente trabajadas para conseguir un mejor ajuste.
En primer lugar, hay que tener en cuenta las construcciones que cumplen una función defensiva, como las murallas que rodean los po
blados, y, sobre todo, unos edificios turriformes llamados talaiots en las Baleares, torres en Córcega y nuraghes en Cerdeña, y que han servido para dar nombre a las culturas talayótica, torréense y nurághica. Estos últimos recintos, de planta circular por lo general, aunque también pueden ser de planta cuadrangular, es posible que cumplieran otros fines, quizá como lugar de vivienda, o de culto. Efectivamente, no son torres macizas, sino que en su interior suele haber un corredor que da a una cámara cuyo techo está sostenido por una columna central.
En Menorca hay otros tipos de construcciones. Una de ellas es la taula. Consta de una gran losa de forma rectangular con otra piedra rectangular encima, aparentando una mesa; son muy altas y pueden tener otra pequeña taula inclinada y apoyada en uno de los lados estrechos actuando como soporte. Por lo general, estas taulas se hallan en el centro de estructuras circulares delimitadas por grandes piedras verticales. La taula ha dado pie a numerosas interpretaciones; se la ha relacionado con el culto al toro, aceptando que ella misma representaría una estilización de ese animal, o con sacrificios humanos, en cuyo caso funcionaría como un altar.
Una tendencia actual la considera simplemente como un elemento arquitectónico de sostén, siendo la columna central que sostendría algún tipo de techado. Por lo general, estos conjuntos ocupan un lugar central privilegiado dentro del poblado, evidenciando un significado especial entre las demás construcciones de tipo doméstico.
Finalmente, hay que aludir a las célebres navetas, como la llamada des Tudons. Son construcciones hechas de piedras bien trabajadas para que ajusten, de planta absidal y cubiertas por aproximación de hiladas; la fachada es recta y de forma trapezoidal. En conjunto aparentan la forma de una nave invertida, y de ahí el nombre. En realidad, construcciones de planta absidal se conocen ya en el período pretalayótico en Mallorca y, en ese caso, se trata de estructuras domésticas en el interior de los poblados. Las navetes menorquinas son monumentos funerarios, para enterramientos colectivos, y por lo general tenían dos pisos, actuando el superior como osario para las deposiciones secundarias.
Es evidente que las islas del Mediterráneo centro-occidental muestran, pues, una serie de características comunes que ponen de manifiesto la existencia de contactos y relaciones entre los habitantes de las mismas. Estas, bien sea por su riqueza en materias primas o por su posición geográfica idónea en la ruta marítima hacia puntos concretos del Mediterráneo -la costa italiana o el sur de la península Ibérica, por ejemplo-, están llamadas a desempeñar un papel importante en las colonizaciones y actividades comerciales de gentes como los micénicos, los fenicios y los griegos.

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