El arte bajo el dominio visigodo


El monumento visigodo auténtico más antiguamente conocido en España es la pequeña iglesia de San Juan de Baños de Cerrato, en Palencia, en la que hay una lápida que recuerda haber sido dedicada por Recesvinto en el año 661. Es una iglesia de tres naves separadas por arcos y columnas, con un pórtico en la fachada. Según excavaciones practicadas, la planta primitiva tenía tres ábsides cuadrados, formando los laterales como capillas, completamente aisladas. Son los compartimientos llamados Diaconium y Prothesis de la liturgia primitiva: el uno servía para vestirse los diáconos y el otro para preparar el pan sin levadura las vírgenes de la congregación.
La enorme riqueza de frisos esculturados que contiene esta iglesia (arco de ingreso, arco triunfal, ábside central, recintos laterales, etc.) es desconocida en los demás países de Occidente, para la arquitectura de esta época, y sólo encuentra comparación posible en monumentos coptos o siríacos. Lo mismo sucede con el arco de entrada en el porche, seguido de una puerta interior adintelada, que sólo tiene precedentes en las grandes catedrales sirias de Turmanin y Kalb Luzeh. En cambio, los capiteles de las columnas de San Juan de Baños son del mismo tipo corintio bárbaro de los capiteles de las Galias.
Otro monumento visigodo en perfecto estado de conservación es la iglesia de San Pedro de la Nave, en la provincia de Zamora, de finales del siglo VII Tiene columnas adosadas a los pilares cuadrados que constituyen el elemento de sustentación de la iglesia, cuando éstos se hallan en lugares de especial importancia, como son los cuatro ángulos del crucero y el arco triunfal del presbiterio. Entonces esas columnas están coronadas con capiteles historiados, importantísimos para estudiar el desarrollo de la escultura de esa época. El capitel propiamente dicho contiene "historias" de derivación paleocristiana (Daniel en el foso de los leones, el sacrificio de Isaac, etc.) y lleva inscripciones explicativas, que hacen pensar que sus modelos son coptos o siríacos. Encima de cada capitel hay unas impostas con tallos vegetales enroscados, dentro de cuyas curvas aparecen pájaros y cuadrúpedos que recuerdan los que figuran en los medallones de los tejidos bizantinos y sasánidas.
Del siglo VII son también dos pequeños santuarios: el de Quintanilla de las Viñas, en Burgos, con profusa decoración de relieves con temas cuya directa filiación sasánida parece indudable, y el de Santa Comba de Bande, en Orense, con planta de cruz griega de uno de cuyos brazos sobresale el ábside cuadrado, en forma semejante a varias iglesias de Asia Menor. Restos de otras edificaciones religiosas visigóticas abundan en toda España: en Toledo, Mérida, Córdoba, Barcelona, Tarragona, Tarrasa, etc.
La arquitectura y la labra de la piedra denotan en el estilo visigótico español una gran libertad estilística. El arco de herradura es en estas construcciones un elemento típico constante. La presencia de esta forma de arco en los monumentos visigodos es problema importante, porque es fácil que los árabes aprendieran de los visigodos esta forma para aplicarla a sus propias construcciones. Falta todavía aclarar si el arco de herradura era un elemento local antiguo o había venido a la Península con las primitivas influencias orientales o bien si los visigodos lo introdujeron como algo nuevo en España en el siglo VI. A esto último parece contradecir el hecho de que los demás pueblos teutónicos no emplearon este arco.
En cuanto a la decoración, los fragmentos y relieves visigodos que por doquier se encuentran en España continúan repitiendo los motivos geométricos, las composiciones radiales y con estrellas combinadas, etc. A veces, en su complicación, estos elementos llegan a una gran belleza de entrelazado y de superposiciones de líneas raras. Sobre todo Mérida, con su gran catedral e iglesias y el templo suburbano de Santa Eulalia, debió de ser la ciudad más monumental de España en la época visigoda.
En Toledo, los relieves procedentes de monumentos visigodos se ven empotrados en puentes e iglesias; en Córdoba, los árabes aplicaron a las fachadas de la mezquita multitud de ornamentos de basílicas visigodas. Todo el suelo de la Península está salpicado de piedras decoradas con relieves de estilo bárbaro característicos por su imitación de la talla de madera o del cincelado de metales.
A partir de Khindasvinto empezó un verdadero renacimiento artístico; este monarca mostró sincero amor por la cultura. San Isidoro, San Braulio y Tajón fueron sus grandes auxiliares para renovar en España los estudios de las letras y las artes. El famoso Pentateuco Ashburnham, con espléndidas miniaturas, fue ejecutado muy probablemente en el obrador de libros que en Sevilla tenía San Isidoro. Este libro magnífico, con ilustraciones que ocupan toda la página, ha llegado hasta hoy muy mutilado, pues se reduce sólo a veinte grandes folios con miniaturas. Sin embargo, por su antigüedad e interés artístico es uno de los manuscritos más preciosos de Occidente. Este estilo de iluminación de códices reaparecerá con gran brillantez en el período siguiente y revela lo que debió ser la pintura monumental de la época visigoda. Las miniaturas eran entonces los modelos portátiles de las pinturas al fresco. Lo dice San Gregorio de Tours cuando hace referencia a cómo la piadosa viuda del obispo Namancio, que construyó la iglesia de Clermont, con un libro en la falda, lleno de ilustraciones, enseñaba a los artistas los elementos de la composición.
De gran importancia son las piezas de orfebrería visigoda halladas en los tesoros de Torredonjimeno y de Guarrazar. Las principales son las cruces y las coronas de oro. De las diez coronas votivas de Guarrazar, dos eran reales: la de Suintila (anterior a 631), robada en 1921 de la Armería Real, y la de Re-cesvinto (anterior a 672), en cuyo aro están engastados treinta grandes zafiros, cada uno enmarcado por cuatro perlas. Las letras de la inscripción, incrustadas de almandina, cuelgan del mismo aro.
El reino visigodo fue destruido por la invasión musulmana iniciada el año 711 que en poco tiempo conquistó toda la península Ibérica y el sur de las Galias. Pero en el noroeste de la Península, en el pequeño reino de Asturias, se había formado desde los tiempos de los sucesores de Pelayo una escuela local de tradición visigoda. Por lo tanto cerca de Oviedo, capital de la monarquía asturiana, de los edificios de sus primeros reyes, se descubre que más que iniciadores de un nuevo Estado fueron continuadores de la antigua civilización y de la vieja cultura visigoda, que habían encontrado su postrer refugio en las montañas de Asturias.

Iglesia de Santa María
Iglesia de Santa María (Quintanilla de las Viñas, Burgos). Considerado uno de los mejores ejemplos del arte visigodo del siglo vil por la perfecta regularidad de la decoración esculpida en sus paredes exteriores, el santuario conserva algunas antiguas reminiscencias del simbolismo paleocristiano como el sol y la luna entre escenas bíblicas y figuras de ángeles de piedra. La obra de sillería se alterna con tres frisos con bajorrelieves de austero diseño que representan racimos de uvas, aves, símbolos estrellados y anagramas varios en cada una de las rodelas, típicos del arte visigodo.