El renacimiento carolingio

Todo lo que quedaba en Occidente de tradición clásica, lo que aportaron las razas germánicas, los recuerdos célticos de la Iglesia de Irlanda, se acumularon en la corte de Carlomagno, el gran promotor de la cultura medieval del continente. Puede decirse que desde entonces la civilización europea siguió una marcha ascendente, y es curioso poder apreciar, en el Arte, la mezcla o superposición de las diferentes estirpes que contribuyeron a formarla. Por de pronto, el emperador y sus barones, los grandes magnates de la corte, sus ministros y dignatarios son de raza germánica en su mayoría, poco imbuidos de ciertos principios de la cultura clásica. El monarca de los francos era todavía un jefe bárbaro, como Teodorico o Khindasvinto; y, aunque como ellos se esforzaba por despojarse de sus raíces culturales, en el fondo era sólo un guerrero germánico ávido de asimilarse aquella civilización antigua que reputaba como superior.
Las circunstancias de su época y el empeño del Papa, que necesitaba un campeón para defender la Iglesia de los ataques de los longobardos, que destrozaban Italia, hicieron de Carlomagno la figura principal de Occidente.
Italia estaba exhausta, Roma era sólo un fantasma que recordaba vagamente su pasada grandeza, y las demás provincias eran igualmente impotentes para reorganizar un régimen político que sustituyera al de los romanos y bizantinos. El norte de África y España habían caído en poder de los árabes, y sólo algunos obispos españoles de la Iglesia visigoda, como Teodulfo, corrieron a refugiarse al lado del nuevo emperador; poco podía esperarse de la recién cristianizada Germania, y por esto Carlomagno llamó a su alrededor a misioneros anglosajones y a celtas irlandeses, los únicos que conservaban suficientes conocimientos de las letras sagradas para ser los pedagogos del segundo Imperio romano. El más conocido de todos los ministros de Carlomagno, su amigo predilecto, el inspirador de todas las reformas de instrucción y de muchas de sus iniciativas artísticas, era un monje anglosajón educado entre celtas: Alcuino de York, cuya correspondencia con el emperador testifica el colosal empeño que ambos pusieron en restaurar la cultura occidental. Así como Teodulfo era visigodo y Alcuino anglosajón, Eginardo era teutón, como Angilberto, y otros consejeros y ministros eran italianos. La corte de Carlomagno, pues, como la de la antigua Roma, se convirtió en una sociedad internacional, cuyo arte revela la intersección de diferentes culturas.
La obra arquitectónica más interesante construida por el emperador a fines del siglo VIII, y que se conserva todavía casi intacta, es la capilla de su Palacio Imperial en Aquisgrán, en la orilla derecha del Rin, cuya planta y trazado fueron copiados de los de San Vital de Ravena. Dedicada a Santa María, su planta conforma un octógono, con su cúpula central: pero ésta, en lugar de estar construida con materiales ligeros de alfarería, como era la obra bizantina de San Vital, se hizo de piedra, y por ello no puede ser tan elevada. La nave octogonal que la rodea ha de servir también de contrafuerte al empuje de esta masa central y necesita bóvedas pesadas. En cada ángulo del octógono hay un pilar macizo, y arcos subdivididos por columnas en los pisos superiores. Las bóvedas estaban cubiertas de mosaicos; es muy posible que el emperador hiciera venir artistas bizantinos para cubrir de doradas vestimentas el cascarón frío de la bóveda hemisférica.
Durante las largas temporadas que pasaba Carlomagno en Aquisgrán acostumbraba practicar sus diarias devociones en esta iglesia: allí fue enterrado, y allí estaba su sepulcro antes del bombardeo de 1944. La iglesia estaba unida al palacio por un pórtico, en donde había expuestos despojos artísticos de las provincias conquistadas. Entre ellos llamaba la atención una águila de bronce coronada, con las alas extendidas, y la estatua ecuestre de Teodorico, traída de Ravena.
Carlomagno prefería Aquisgrán a las demás residencias de los monarcas francos, porque tenía aguas termales y quedaba al centro de su vasto Imperio, después de haber conquistado a Italia y Sajonia. Durante los largos períodos que permaneció en Aquisgrán, Carlomagno se preocupó en embellecerla, hasta el punto que los escritores de la época la califican de segunda Roma. Mas por los mismos escritos contemporáneos se comprende que el real de Aquisgrán no pasó de ser una granja regia de grandes dimensiones. Los diversos servicios estaban en pabellones aislados, que se comunicaban mediante pórticos de soportales de madera. El Aula Regia, donde el emperador daba audiencias y recibía embajadas, comía y dormía, era de dos pisos con solanos o balcones a cada extremo.

Procesión de virgenes y mártires
Procesión de virgenes y mártires, detalle. (Oratorio de Santa Maria in Valle, Cividale del Friul). El célebre interior del oratorio muestra su exquisita decoración carolingia en estuco, casi abstracta en los arcos pero figurativa en las majestuosas santas y mártires. Su datación es incierta y se fija entre los siglos VIII y X. En cambio, las pinturas son indudablemente del siglo XI.

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