Por la Pascua del año 1490, Durero dejó el taller de Wolgemut para emprender un viaje. Se supone que estuvo en el Rin central, y tal vez también en los Países Bajos. En otoño del siguiente año llegó a Colmar, la ciudad alsaciana donde vivía y trabajaba Martin Schongauer, que había muerto en febrero del año de la llegada de Durero (1491). En la testamentaría de aquél adquirió varios dibujos, cuyo estilo traduciría a su manera. La obra de grabador de Durero, después de su regreso, es inconcebible sin los rayados a punta seca del Maestro del Dietario, y también lo es el estilo de su dibujo sin la concepción formal de Martin Schongauer.
Al terminar su estancia en Colmar, Durero se trasladó a Basilea, donde se le puede situar por la inscripción que grabó en el reverso de la plancha de madera que representa un San Jerónimo: Albrecht Dürer von Normergk (Alberto Durero de Nuremberg), de finales del año 1491 o principios de 1492. Por recomendación de su padrino, Antón Koberger, el joven operario debió ser aceptado por las casas editoras de Basilea. Durante esta estancia trabajó para el editor Martin Amerbach, quien le encargó la ilustración de las Comedias de Terencio, que no se llegarían a publicar. Sin embargo, se conservan 125 planchas dibujadas, 6 planchas talladas y 7 grabados. Además, parece ser cierta su colaboración en la ilustración de La nave de los locos, de Sebastián Brant.
En 1493 fue a Estrasburgo, donde probablemente trabajó en el taller de un pintor. De esta época se han conservado dos pinturas capitales, el Autorretrato con flor de cardo (hoy en el Museo del Louvre, París) y una Santa Faz (Karlsruhe, Pinacoteca del Estado). La primera obra mencionada es el primer autorretrato autónomo del arte occidental, y con este cuadro daría Durero el paso decisivo que va del autorretrato dibujado a la pintura. La inscripción que lleva, My sach die gat/Als es oben schtat, está relacionada con el tema religioso del fondo. De los tres autorretratos que pintó en el transcurso de siete años, es el primero de afirmada personalidad. La segunda obra es la pequeña tabla de la Santa Faz, descubierta en los últimos años, de un realismo cruel y profundo, cuyo fondo dorado y repujado recuerda el aprendizaje del pintor como orfebre.
En mayo de 1494 volvió a Nuremberg, donde se casó el 7 de julio del mismo año con Agnes Frey, hija de Hans Frey, que gozaba de cierto renombre en la ciudad. El recién casado fijó los rasgos de su joven esposa en un dibujo a pluma de trazos rápidos e impulsivos que lleva una inscripción que dice: mein Agnes. En este testimonio personal y humano, Durero realiza una composición llena de vida y a la vez íntima y soñadora (Viena, Albertina). Sus primeros dibujos de paisajes remontan probablemente al verano de 1494 y con ellos inicia Durero el género de pintura que tiene como tema el paisaje. Entre ellos se encuentran La noria (Berlín, Kufferstichkabinett de los Staatliche Museen) y El cementerio de San Juan.
En este momento, el ambiente pictórico de Nuremberg sólo podía serle de estímulo en el detalle. Hasta entonces, la naturaleza y el paisaje habían figurado siempre como fondo de la composición, sin lograrse casi nunca la unión de persona y paisaje. Durero combinará la visión real del conjunto con la reproducción minuciosa del detalle, graduará la profundidad, diferenciando los planos entre sí, y, partiendo de una verdadera observación de la naturaleza, animará el paisaje con seres humanos. La noria que le sirvió de modelo se hallaba en las cercanías de la Hallerwiesen, al oeste de la ciudad, y el cementerio, que todavía existe, aunque ahora es de mayores dimensiones, se encontraba al noroeste de la noria. En un período de unos siete años realizó una docena de acuarelas con tema de paisaje, y anticipó ciertos temas sobre los cuales no volvería hasta mucho más tarde.
Mein Agnes, de Alberto Durero (Museo Albertina, Viena). Entre los centenares de dibujos preparatorios que hizo Durero a lo largo de su vida se conserva uno de los escasos retratos que dedicó a su esposa poco después de la boda. Casi todos sus dibujos eran retratos acabados y ofrecidos a sus modelos como meros ejercicios técnicos, una herramienta previa que servía como boceto para adelantar el pago de los encargos. Generalmente retrataba el busto del personaje sobre fondos no saturados y dejaba un amplio espacio bien visible para la firma, la fecha y la dedicatoria.