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Historia del Arte

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El Renacimiento en Francia III

Como obras públicas de carácter general de esta primera época del Renacimiento en Francia hay que citar el puente de Notre-Dame, en París, construido por el viejo fray Giocondo; el Hotel de Ville de París, por Doménico de Cortona; otro Hotel de Ville de Rúan; el Capitolio de Toulouse, etc. Sin embargo, toda la atención de los reyes está concentrada en sus residencias personales. Ya se comprende, por lo tanto, que por más que los Valois fuesen católicos y vivieran en pugna con el protestantismo, que se infiltraba perezosamente en Francia, no debía de ser ésta una época de grandes construcciones religiosas.

Pocas iglesias se construyen; a lo más se decoran ciertas capillas con nuevas bóvedas y monumentos funerarios, o se reconstruyen fachadas, dotándolas de puertas adecuadas al estilo nuevo, pero el armazón de la iglesia queda siempre gótico; no hay manera de hacer cambiar en un solo siglo a los constructores franceses, familiarizados tan profundamente con las bóvedas por arista. El ejemplo más notable de iglesia del tiempo de Francisco I es la de Saint-Eustache, de París, que tal vez fue proyectada por el propio Doménico de Cortona en 1532, quien por esta época ya haría más de treinta y seis años que estaba en Francia. Parece, sin embargo, haber tenido un colaborador o continuador francés, llamado Pierre Lemercier.

Saint-Eustache, de París, tiene cinco naves. En dimensiones es igual a cualquiera de las más grandes catedrales góticas, y las supera, si no en gusto, en abundancia y riqueza de decoración; por todas partes, tanto en el interior como en el exterior, suben pilastras decoradas, que se superponen del modo más gracioso. Las bóvedas son góticas, y, por fuera, los contrafuertes se disfrazan con vestiduras clásicas, pero el conjunto es aún muy análogo al de las grandes catedrales.

Otro ejemplo notable de aplicación de la decoración renacentista a un edificio estructuralmente concebido todavía al modo gótico es Saint-Michel de Dijon. Su fachada, construida en 1535-1550, pese a la superposición de pilastras y columnas clásicas, obedece a la estructura medieval encuadrada entre dos torres y tiene aún tres profundos portales oscuros como las grandes catedrales góticas.

El sucesor de Francisco I se iguala a su padre en una sola cosa, en la moladle de batir de los Valois; hasta los dos últimos padecieron aquella manía de construir que fue para ellos como una enfermedad. El reinado de Enrique II, que duró doce años, desde 1547 a 1559, no fue tan largo como el de Francisco I, pero le dio tiempo de empezar construcciones importantes que se encargó de concluir su viuda, la famosa Catalina de Médicis.

Sin embargo, la reina tuvo un papel muy secundario en vida de Enrique II; el monarca estuvo sujeto hasta su muerte a Diana de Poitiers, con la cual compartió positivamente el trono. Diana y Enrique se propusieron, por de pronto, la reconstrucción del Louvre, que era absolutamente necesaria.

Mientras en las orillas del Loira la corona tenía aquellos magníficos castillos, edificados a la nueva «manera», y en los bosques que rodeaban a la capital poseían grandes palacios, como los de Madrid y de Saint-Germain, en el interior de París el viejo Louvre era aún, con poca diferencia, un donjon de piedra negra, tal como lo habían dejado Felipe Augusto y sus sucesores.

Enrique II y Diana de Poitiers encargaron la continuación del nuevo Louvre al maestro ya señalado por Francisco I, Pierre Lescot, consejero en el Parlamento y posesor de un regular patrimonio, para quien el arte, si no era cosa natural, llegó a serlo por el estudio. Fierre Lescot es, sobre todo, arquitecto y hasta podría decirse que tan sólo él es el arquitecto del Louvre, donde empezó a trabajar en 1546. Toda su vida parece haber estado absorbida por esta obra, edificio admirable, con una personalidad plástica poderosísima, pero en el que no se ve el arte fácil de un genio espontáneo, la ligereza de producción de un artista de fecundas inspiraciones.

El Louvre impresiona por su gran masa, pero más aún por su noble aspecto. Nada del bullicio pantagruélico de Chambord, con su danza de lucernas en los tejados; las ventanas del Louvre se suceden entre pilastras, alternándose, concienzudamente dibujadas. Los detalles de la cornisa, los medallones y los relieves de las lucernas son a veces, si se quiere, de dudosa inspiración, pero siempre trazados con mano fina que no descuida nada en los contornos.

Lescot tuvo a su lado, en la obra del Louvre, al escultor Jean Goujon, de quien será necesario hablar más adelante, al tratar de la escultura de esta época. Goujon fue propuesto acaso por Diana de Poitiers, pero se aviene perfectamente con Lescot, que es el que aparece siempre dominando en la obra. Enrique II y Diana de Poitiers conocieron su singular valía y le colmaron de beneficios; su salario, sin contar algunos otros emolumentos, ascendía a 1.200 libras anuales.

A la muerte de Lescot, en 1578, sólo una pequeña parte del Louvre estaba terminada: dos alas del primitivo proyecto para formar un patio cuadrado.

renacimiento en francia
Iglesia de Saint-Eustache, en París. Este templo, el ejemplo más notable de iglesia del tiempo de Francisco I, parece que fue proyectado por Doménico de Cortona en 1532 y continuado por el arquitecto francés Pierre Lemercier, terminándose bien avanzado el siglo XVIII. Situado en el centro de París, ofrece una atractiva combinación entre el gótico y el clasicismo.

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