La planta del Luxemburgo está dispuesta alrededor de un patio cuadrado; uno de los lados es la crujía de entrada, que forma la fachada; ésta tiene la disposición francesa característica: un pabellón central con la puerta. Las alas son un simple muro de cerramiento decorado con pilastras, y en los extremos hay pabellones, con tejados altos de gran pendiente. Este palacio es la joya de la arquitectura francesa del período final del Renacimiento. Sus jardines son de una distinción incomparable.
Las residencias reales de la época de los Valois y los dos primeros Borbones, así como los castillos privados se completan en lo posible con jardines. Ya hemos visto en el castillo de Blois cómo se apreciaba la vista de los jardines desde el palacio de Francisco I, abriendo sus fachadas con galerías para poder disfrutar de su perspectiva; pero Delorme había de ser el que fijara los caracteres de los jardines franceses, tanto con sus escritos como con sus propias creaciones.
En Meudon, aprovechándose de la situación del castillo sobre la ribera del Sena, donde el terreno desciende en pendiente hasta el río, había trazado una serie de terrazas, escaleras y pabellones con galerías cubiertas y grutas con estuco. Lo mismo dispuso en Saint-Germain. También quedan vestigios de un jardín bajo, rodeado de pórticos, en Anet, al final del cual había un pabellón para conciertos, con una gruta para baños en los sótanos.
Bernard Palissy, en su Jardín deléctetele, describe su ideal de jardín como un lugar cerrado, donde la más salvaje vegetación se combinara con árboles a los que se hubiese obligado a tomar las formas de columnas, arquitrabes y cornisas. Ceramista y hombre universal, Bernard Palissy construyó grutas famosas en el castillo de Ecouen y en las Tullerías, en las cuales, dentro de las cavernas caprichosas de estalactitas, se veía la más fenomenal población de reptiles de cerámica de colores, en cuya ejecución no tenía rival.
Sin embargo, lo característico de los jardines franceses son los parterres y avenidas de árboles, en cuyos cruces se disponían fuentes con esculturas. Mientras en Italia la Naturaleza se urbanizaba sin deformarse, en Francia se la hacía arquitectónica y geométrica. Los resultados, no obstante, hacen perdonar la artificiosidad del propósito; en los grandes espacios llanos de la Francia Central hay vastas extensiones para las largas avenidas bordeadas de parterres; realmente, jardines como los del Luxemburgo, en París, o los de Versalles, tienen el mismo interés espiritual, aunque en otro sentido, que el jardín Bóboli, en Florencia, o la Villa Borghese, en Roma.
Patio interior del Palacio de Assezat, en Toulouse. Obra realizada en 1555 por Nicolás Bachelier. Construido como un pequeño Louvre de provincias, es un palacete renacentista con fachadas regulares y una gran escalera de rampas rectas, a la que da entrada la puerta algo elevada del suelo. Constituye un importante exponente del estilo francés en trance de formarse.