Durante algunos años se ha visto atribuir este cuadro a Campagnola, a Sebastiano del Piombo, a Tiziano y aun a otros, pero en la actualidad hay unanimidad en atribuirlo a Giorgione. La misma dificultad se advierte y la misma solución se concede en otras pinturas, como la de los tres enigmáticos personajes del Museo de Viena, que a unos parecen tres filósofos y a otros tres personificaciones de las edades de la vida o de las artes, pero indiscutiblemente seres de gran elevación moral y rodeados de un paisaje apropiado para altas investigaciones.
Asimismo se tendió a atribuir a Giorgione la concepción del famoso Concierto, en el Palacio Pitti, aunque queda ahora demostrado que es obra de Tiziano. Sobre un fondo negro se destacan tres figuras de tañedores: el del clavicordio, de manos afiladas y lleno de emoción aún por efecto de la música que acaban de ejecutar; el del bajo, un hombre calvo, ya más experto en estas embriagueces espirituales, coloca su mano, para sosegarlo, sobre el hombro del que está sentado delante del clavicordio; el del violín es un joven con un penacho de plumas que ha participado en la gran realización de arte sin darse cuenta ni percibir rastros después de su paso.
Aunque de Tiziano, esta obra es giorgionesca. ¿Y qué es, entonces, el giorgionismo? Difícil es contestar a esta pregunta sin escribir un largo discurso de estética, pero es posible concretar el estado actual de la cuestión. Técnicamente, las innovaciones que caracterizan el estilo de Giorgione son cierto sfumato en la luz que hace las sombras vivas e interesantes, y una moderna percepción del paisaje como un ente espiritual. Ya no están aquellos arbolitos académicos de la escuela toscana o de Umbría, y aun de Bellini, sino un paisaje que palpita rebosante de sentido. Estas notas venecianas de la pintura son la contribución de Giorgione, haciendo dar un nuevo paso al arte italiano. Pero, además, hay en Giorgione algo que no es técnica, ni composición, ni colorido: algo esencialmente giorgionesco, un sentir la vida como un todo, un rebosar el pensamiento de la forma, un general difundirse más allá de la lógica. Por esto es difícil precisar lo que representan los cuadros de Giorgione y definir su asunto.
Por todas estas razones ha sido atribuido a Giorgione (aunque otros lo consideran de Tiziano) un cuadro de la Galería Doria-Pamphili, de Roma, que no se encuentra recordado por los antiguos. Se trata de las Tres edades de la vida, donde -dispuestos a la manera giorgionesca- hay el viejo, a lo lejos, que compara cráneos, la pareja juvenil con la muchacha concertando el tono de la música y los niños todavía durmiendo que van a ser despertados por el Amor.
Giorgione fue también el primero que dio a sus retratos esa singular vibración de la personalidad que se encuentra después en Tiziano y más aún en el Greco, quien, como se verá, se educó en Venecia. Sus retratos no sólo reflejan el espíritu de la persona retratada, sino que proyectan con fuerza su carácter más allá del momento actual en que el pintor la ha sorprendido: se adivinan hasta su pasado y su futuro concentrados en un aspecto de su vida.
Contemporáneo de Giorgione fue el singular artista llamado Palma, quien, aunque no hubo de añadir ningún aspecto nuevo a la pintura veneciana, se anticipa en varios aspectos a Tiziano, y a su ideal espléndido de belleza. Porque lo que era una anticipación en Giorgione, se hace frecuente y abundante en Tiziano. Como Giorgione, también Tiziano era oriundo de la región de los Alpes vénetos, tan alegre, verde y luminosa. Pieve di Cadore, donde nació, es un pueblecito situado al sur del Tirol, en las montañas generalmente conocidas como las Dolomitas. Su padre, el conde Vecelli, digno soldado de la República, envió al pequeño Tiziano a Venecia, al cuidado de su tío Antonio, con propósito de hacerle abogado; pero a los veinte años la vocación del joven estaba bien definida hacia la pintura.
No es posible saber exactamente en qué taller hizo su aprendizaje, pero lo cierto es que en 1507 ayudaba a Giorgione en la pintura de unos frescos, hoy desaparecidos, que éste hizo para el Fondaco o casa gremial de los alemanes de Venecia. Esta es la primera noticia que se tiene de Tiziano como pintor.
De su importantísima obra y de su vida (murió víctima de la peste, cerca de los noventa años de edad) se ocupa el capítulo siguiente. Había vivido tan largamente, que el día de su muerte no había nadie en la casa Grande para recoger la herencia del célebre Tiziano, mientras se llevaban su cuerpo a la iglesia de los franciscanos, en donde él quería ser sepultado y donde estaba su cuadro de la Assumpta.
Tiziano no dejó un heredero directo de su genio, ni parece tampoco haber estado rodeado de una corte de discípulos, como aconteció a Rafael. Varias anécdotas nos lo muestran activo y algo envidioso de dos grandes pintores: el Veronés y Tintoretto, contemporáneos de su larga vejez. Esto fue, en cierto modo, una ventaja, porque así estos otros dos artistas pudieron desarrollar su temperamento pictórico con entera independencia, sin obsesionarse por las obras del gran maestro, como había sucedido en la escuela romana con los discípulos de Rafael.