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Historia del Arte

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La pintura del Renacimiento tardío

Si Roma y Florencia fueron los grandes escenarios del Renacimiento cuando éste daba sus primeros pasos, Venecia tomaría el relevo de sendas ciudades para convertirse en el centro de la vida cultural del Renacimiento tardío. Sin duda alguna, el tratamiento del color es una de las grandes aportaciones que realizan los maestros venecianos a la historia de la pintura. «Sólo a Tiziano debe atribuirse la gloria del perfecto colorear», comenta en efecto Ludovico Dolce, en 1557, y también Marco Boschini en 1674: «Realmente, Tiziano ha sido el más excelente de cuantos han pintado, ya que sus pinceles siempre daban a luz expresiones de vida». Estas afirmaciones no son, en absoluto, exageradas, pues, como se tendrá ocasión de comprobar, es Tiziano Vecellio el pintor que mejor sabe exprimir las posibilidades del color.

Tiziano es el pintor de Venecia, y Venecia es la ciudad de Tiziano, binomio prácticamente indisoluble que solamente conocerá algunos paréntesis cuando un Tiziano que ya ha superado el medio siglo de vida viaja a Roma y luego a la corte de Habsburgo, adonde acude invitado por Carlos V y a la que habría de regresar de vez en cuando, ya de nuevo instalado en Venecia, para cumplir los compromisos adquiridos con el emperador.

Indudablemente, la figura de Tiziano destaca sobre el resto de los pintores que pertenecen al Renacimiento tardío, que, como ya se ha señalado, reúne a algunos de los mejores artistas de la época en Venecia. Pero el genio magistral de Tiziano no debe ensombrecer la talla de otros grandes pintores que, quizá no hayan dejado una obra tan completa, merecen un lugar más que destacado en los anales de la pintura. Es el caso, por ejemplo, de los hermanos Bellini -Giovanni y Gentile-, en cuyo taller estudió otro de los grandes de la escuela veneciana, Giorgione, quien seguramente disfrutaría de mayor gloria si no hubiera muerto a los treinta y tres años. También habrá que referirse a Antonello de Messina, Andrea Mantegna y Vittore Carpacci, entre otros, y, cómo no, a Tintoretto y al Veronés, quien fijó en sus cuadros a la mujer veneciana del siglo XVI.
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María Magdalena de Cario Crivelli (Rijksmuseum, Amsterdam). El pintor consigue una expresiva exageración de las fórmulas de la pintura gótica. El gusto por el arabesco, por los efectos rebuscados que acusan, por ejemplo, las manos de la santa, por el detallismo elegante a los que asocia emociones delicadas, son sin duda una herencia de Bizancio.

Arte del Renacimiento

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