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Historia del Arte

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Los pintores toscanos (V)

Otros son familiares de la casa o ciudadanos allegados a los Médicis, entre ellos el propio pintor. Presenciamos allí, más que una visión piadosa, relacionada con el pasaje evangélico de los Magos, una cabalgata suntuosísima en la Florencia cuatrocentista. Los fondos son fantásticas rocas con altos pinos rectos, como los de las selvas toscanas de Valombrosa y el Casentino, aunque a su lado crecen los naranjos, como para asegurarnos de que no nos hemos movido del clima templado de la Italia central. Fra Angélico hubiera alabado, con toda seguridad, el bello color y el lujo de detalles del Cortejo de los Magos del palacio de Cosme de Médicis, pero seguramente le hubiera desagradado el aire pagano y laico de la caravana; él pintaba a los Magos postrados a los pies del Divino Infante, entregados del todo a su adoración; el confundir a los Magos con retratos de personajes reales que se glorificaban a sí mismos en aquella obra, le hubiera parecido una profanación.

El tema medieval de la cabalgata de los Magos tuvo en este caso, como ya hemos dicho, su antecedente: Benozzo no era hombre para inventar un asunto espontáneamente. Todavía en la actualidad, en Florencia se conserva aquel antecedente, una tabla del pintor de Umbría, Gentile da Fabriano, con una Adoración de los Reyes en la que se ve también el numeroso cortejo que acompaña a los Magos y se desarrolla por segunda vez en el fondo, como una comitiva que se ve llegando desde lejos hasta las puertas de la ciudad.

La Adoración de Gentile da Fabriano estaba en la iglesia de la Trinidad, de Florencia, y de ella pudo aprender Gozzoli el valor decorativo que podía obtenerse de la aglomeración de caballos, acompañantes y servidores. Gentile da Fabriano es el maestro de esta Adoración, artista casi de una sola obra. El espíritu, como dice el libro santo, sopla cuando quiere y no sabemos de dónde viene, y a veces durante una vida sopla una sola vez. Este soplo, en el caso de Gentile da Fabriano, sirvió además para estimular a Benozzo Gozzoli a producir algo que ya es más que una simple pintura; la cabalgata de los Magos, de la casa de los Médicis, es un documento esencialmente histórico; fija el momento del mayor apogeo de Florencia, hogar del humanismo renaciente.

Además de la cabalgata de Benozzo Gozzoli, la capilla de los Médicis, en su palacio de la vía Lata, poseía otro tesoro: el retablo del altar, con la Virgen y el Niño, obra del atribulado fray Filippo Lippi, actualmente en el Museo de Berlín. Hacia aquel altar, pintado sobre tabla, Benozzo Gozzoli hizo desfilar lentamente el cortejo de los tres Reyes con su séquito. Filippo Lippi (1406-1469), el autor del altar, fue fraile, precisamente, del convento del Carmen, donde se encuentran los frescos de Masaccio.

Acaso aprendería del gran maestro la técnica, que es una de las bases más firmes del gran arte de fray Filippo; pero su espíritu era tan personal, tenía un sentido tan original para apreciar la naturaleza, que sus pinturas destacan entre las de los cuatrocentistas florentinos por una nota casi exótica de persistente romanticismo. Sus Vírgenes son siempre niñas, de piel transparente, que juntan las manos blandas y miran como extrañadas al Infante recién nacido, incapaces de comprender todavía su propia maternidad. Las figuras accesorias son mucho menos interesantes. Sólo en la Adoración de la capilla de los Médicis -la que hoy se halla en el Museo de Berlín- San Juan es ya un niño inteligente de formas redondeadas, pero el paisaje es de belleza fantástica, iluminado por luces misteriosas; sus selvas y rocas fosforescentes parecen como el anticipo de los fondos románticos de Leonardo. El suelo está tapizado de bellísimas flores; la luz cae en rayos rectos desde la gloria, abierta en un cielo oscuro, del que salen el Padre y el Paráclito. Los árboles son también los pinos de la selva, como vemos en los frescos de Benozzo Gozzoli, y en el suelo las hierbas florecen abundantes entre las rocas, en pleno invierno.

Acaso este amor profundo a la naturaleza libre, que sentía fuera de toda regla, dio a las pinturas de fray Filippo su valor tan grande de juventud. Algunas de sus Madonas reproducen una misma mujer, que parece fue Lucrecia Butti, la monja de Prato con la cual se casó después, por haberles relevado el papa Pío II de sus votos.
pinturas del renacimiento
Cortejo de los Magos (detalle), de Benozzo Gozzoli (capilla del Palacio Medici-Riccardi, Florencia). Representación a caballo del emperador Juan Paleólogo. Inspirándose en la tabla da Gentile da Fabriano sobre el mismo tema, que se hallaba en la iglesia florentina de la Trinidad, Gozzoli, en el apogeo del dominio de su arte, realizó un auténtico documento histórico acerca de la corte florentina del quattrocento. Los Reyes Magos se han convertido en un tema pagano, en un ardid para representar a los grandes señores de la familia Médicis, a sus amigos y a sus huéspedes ilustres, con una profusión del detalle extraordinaria.

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