Brunelleschi

La influencia de este grupo de artistas y eruditos se empezaba a sentir en todas las clases sociales, y como el arte más propiamente social es la arquitectura, se deseaba con ardor la aparición de algo nuevo también en el arte monumental. Esto explica que en 1420 se confiara a un artista lleno de entusiasmo, joven y poco nombrado aún, pero cuyo amor por la antigüedad era muy notorio, la obra más importante que debía ejecutarse en Florencia por aquel tiempo: la terminación de la catedral mediante la cúpula que estaba proyectada como remate del crucero. El libro de Vasari recopila multitud de anécdotas del arquitecto de la cúpula, Filippo Brunelleschi: sus viajes a Roma para estudiar el problema; una reunión de arquitectos, llegados de todas partes de Italia y aun del extranjero, para proponer una solución; por último, una especie de concurso, colaboraciones impuestas con viejos maestros y mil otras dificultades que encontró Brunelleschi para poder desarrollar su plan con independencia.
Todo lo descrito por Vasari refleja la verdad, y consta documentalmente que hasta 1423 no fue nombrado Brunelleschi inventare e governatore della cuppola maggíore; pero lo cierto es que los primeros directores de la obra de la catedral de Florencia hubieron de concebir en su mente algo como una cúpula o torre octogonal. Vasari hace creer, con la reunión de estos maestros extranjeros en un congreso, como si se vacilara entre terminar la catedral con una cúpula o con una torre octogonal, a modo de cimborio de las iglesias monásticas y catedrales góticas; pero es indudable que los primeros que dispusieron la planta de Santa Maria del Fiore pensaron ya en una cúpula, que sería algo mayor que las que cubrían el crucero de las catedrales de Pisa y Siena. En esta diferente magnitud estribaba precisamente la dificultad. Aunque las cúpulas de Pisa y Siena, como la de Florencia, abarcan ya el ancho de las tres naves, su diámetro era mucho menor; el de la cúpula de Florencia sería de cuarenta metros, y, por lo tanto, daría un empuje colosal, mucho más difícil de contrarrestar que el de las de Pisa y Siena.
Hasta hace poco se había aceptado sin discutir la tradición, recogida por Vasari, de que Brunelleschi fue a buscar inspiraciones para esta obra dificilísima en las antiguas cúpulas romanas y que en sus viajes para el estudio de las ruinas había encontrado el secreto de construir la cúpula según el sistema de los antiguos. Esta teoría era excelente para adular el arte romano y hacer converger la obra de Brunelleschi al mismo movimiento de restauración de la antigüedad que se manifestaba no sólo en las otras artes, sino en todos los órdenes de la vida. Como modelo de la cúpula de Florencia se citaba el Panteón de Roma, pero la semejanza entre las dos cúpulas estriba sólo en las dimensiones: ambas tienen casi el mismo diámetro.
Además, el Panteón tiene una cúpula concrecionada que apoya su cascarón semiesférico en los enormes muros cilíndricos en que está medio empotrada; en cambio, la cúpula de Florencia tenía que levantarse sobre la iglesia y fue alzada aún más por Brunelleschi sobre un tambor octogonal, dejándola completamente en el aire. La construcción es también distinta: la bóveda del Panteón es un macizo de hormigón y ladrillo, mientras que la de Florencia subdivide su peso, para dar menos empuje, con una cúpula interior más baja y una cúpula externa que, peraltándose en arco apuntado, sirve de contrafuerte a la cúpula interior. En efecto, las cúpulas semiesféricas tienden, debido al peso de su centro, a hundirse de forma que sus bordes se abren hacia fuera; en cambio, las cúpulas apuntadas tienden a abrirse por la cúspide y, consecuentemente, sus bordes ejercen un gran empuje hacia dentro.
Al combinar ambas cúpulas, Brunelleschi consiguió contrarrestar el empuje horizontal de la cúpula semiesférica con el peso, en sentido contrario, de la cúpula exterior de perfil apuntado. Esta es la más ingeniosa invención de Brunelleschi, que debió de serle inspirada por modelos medievales; ciertamente, es el mismo sistema de las cúpulas románicas cistercienses, que, siendo esféricas en su interior, están dentro de una torre cuadrada u octogonal, más alta, que aparece como un cimborio exterior, pero que además, por medio de su peso, que actúa como fuerza en sentido vertical, desvía el empuje de la cúpula y hace oficio de contrafuerte.
Además, Brunelleschi reunió las dos cúpulas por medio de costillas en los ángulos y cinchó la cúpula interior con grandes anillos de vigas de madera unidas entre sí con barras de hierro. Esta combinación del sistema que diríamos dinámico de la Edad Media y el estático de la Antigüedad, es lo que constituye la verdadera invención de la cúpula de Florencia. Brunelleschi introdujo también el sistema de construirla sin cimbras, tan sólo con un ligero castillo de madera para que pudieran trabajar los operarios; la cúpula se cerraba a medida que iba subiendo, y ella misma se daba apoyo. Esto parece ser lo que causó más sorpresa al tiempo de construirla. León Bautista Alberti, en su Libro de la pintura, dedicado a Brunelleschi, dice con exageración toscana: "¿Quién antes que tú, Felipe arquitecto, se atrevió a construir estructura de tal dimensión, erguida hacia el cielo, ancha para poder cubrir con su sombra todas las gentes toscanas, y ejecutada sin ayuda de cimbras ni maderaje con tal artificio que, si yo lo entiendo bien, parece tan increíble a los de ahora como era ignorado de los antiguos?"

 

Planta de la Antigua sacristia de la iglesia de San Lorenzo

Planta de la Antigua sacristía de la iglesia de San Lorenzo de Filippo Brunelleschi, en Florencia.

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