Leonardo da Vinci

Leonardo nació en Vinci el 15 de abril de 1452. Hijo ilegítimo, pero, hasta los veinticuatro años, único del notario ser Piero y de una campesina muy joven,  Caterina (su padre tuvo luego otros once hijos en terceras y cuartas nupcias). Por este motivo, así como por las costumbres de la burguesía toscana de la época, tolerante aunque con discreción, el joven Leonardo recibió una educación buena y heterogénea en el seno de la familia paterna. Pudo dedicarse sin trabas, como atestigua Vasari, a seguir su excepcional virtú (capacidad intelectiva y conocedora) en rudimentos literarios -unos pocos meses-, pero, sobre todo, en la música y en las artes figurativas. Esto hizo que a los quince años su padre lo colocara en el taller florentino de Andrea de Verrocchio, y a los veinte pudiese inscribirse en la corporación de San Lucas.
Estas breves noticias proporcionan una idea y perfilan algunos de los trazos esenciales de la elevada y compleja talla del “universal” Leonardo, y de su posición respecto a la civilización del Renacimiento de aquel entonces en uno de los centros clave: la Toscana florentina y de los Médicis. Una extracción social bastante elevada (y no excesivamente invalidada por su condición de hijo ilegítimo), muy parecida a la de Miguel Ángel, que era veintidós años más joven que él, de familia de lejana ascendencia nobiliaria pero económicamente arruinada; también es importante lo que Vasari comenta respecto a los "pocos meses" de estudios literarios. Se trata evidentemente de una exageración, pero adquiere cierta significación, sobre todo si la cotejamos con las noticias, siempre procedentes de Vasari, sobre la "escuela de gramática" del maestro Francesco de Urbino que frecuentaba Miguel Ángel, el cual en efecto estuvo muy pronto en contacto con el grupo humanístico y neoplatónico de Lorenzo de Médicis, y demostró ser ya a los treinta años un poeta de valía y de gran mérito literario.
Leonardo, no por humildad, pero sí con un fin polémico muy claro, se autodefinió: "Hombre sin letras", y en más de una oportunidad, a lo largo de sus consideraciones escritas y en los principios sobre el método, tuvo ocasión de pronunciarse en contra de las "mentirosas ciencias mentales", contrarias a la lógica y la filosofía, que él consideraba abstractas, humanísticas y literarias, basadas en la simple "autoridad" de los escritores clásicos, y -en cambió- se manifestó a favor de la experiencia "madre de todos los conocimientos", basada en una continua y concreta búsqueda de los sentidos sobre los más ocultos aspectos y múltiples facetas de la naturaleza real; concibió dicha naturaleza como un sistema dinámico "global" de fenómenos y de fuerzas, perceptibles y susceptibles de investigación por parte del hombre en cuanto éste, con sus sentidos organizados y dirigidos por la mente, es parte y motor del sistema.
Este es el fundamento sobre el que se apoya la continua relación de Leonardo entre "arte" y "ciencia", que es también relación íntima entre pensamiento y sentidos, entre experiencia empírica de la realidad natural, entendida como capacidad incomparable de conexión mental y visual a través de la analogía (por ello, y como ejemplo, el interés "militar" hacia la recién nacida balística de la artillería), y operación mecánico-artística de comprobación, de trascripción, de comunicación de hombre a hombre, gracias a la "máquina" o a la visualización gráfica de dibujante, de habilidad insuperable.
A lo largo de su vida y su obra, se ve cómo el investigador en el campo de la óptica y de la física atmosférica -observando las modificaciones del color y de la nitidez de las formas en la visión a larga distancia- llega a sugerir al pintor esa perspectiva atmosférica y esa graduación infinitesimal de la luz que se ha llamado sfumato; e, inversamente, la sensibilidad pictórica hace que los dibujos de paisajes, de topografía, de geología y de fenómenos meteorológicos sean no sólo admirables desde el punto de vista estético, sino de una gran precisión científica.

 

Autorretrato de Leonardo da Vinci
Autorretrato de Leonardo da Vinci (Palazzo Reale, Turín). Realizado en 1516, tres años antes de su muerte, Leonardo acentúa los rasgos que ennoblecen su ancianidad proyectando así la imagen que pretendía que la posteridad tuviese de él. Destaca su frente amplia y despejada, la mirada profunda y reflexiva y los largos cabellos de viejo sabio.

 

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